Está en la calle mayor de la ciudad cantábrica donde nací . Y en sus bancos , viendo pasar gente y vida , me sentaba a fumarme un cigarro y tomar un aperitivo . Dejé el tabaco hace tiempo , cuando cambié la plaza mayor de mi pueblo por una ciudad que está en el Sur , un sur que no es como el de las canciones de Serrano , un sur que no rebosa anémonas de humo ni antenas de coral ...
Nada de lo que viví es posible ya. Pero a partir de cierta edad uno es lo que recuerda ; así que sigo yendo allí sin darme por vencido , aplicándome en reconstruir , como un arqueólogo minucioso , sensaciones y personas a partir de pequeños detalles . Hay un rectángulo de sol que recorre la misma pared que recorrió siempre , y el sabor del agua de la fuente es el que creo recordar . Entonces , si te empeñas , el matrimonio anciano que pasea camino del cementerio , cogidos del brazo , es el de tus padres o cualquier otro que pasaba por allí hace diez años . La joven bella que camina arrogante , como si no existieran las palabras tiempo y muerte , es la misma que nos calentaba la sangre en las venas cuando la mirábamos de lejos , tarareando algo entre los dientes . Si olvidas las canas del caballero que lleva su nieto de la mano , reconocerás al padre de tu compañero de pupitre .
El pasado ya no es lo que fue. Todo pasa y todo queda , pero a menudo los recuerdos suelen venir a golpear nuestra mente para contarnos mentiras , cosas que nunca ocurrieron y pudieron pasar ; mentiras que acabamos creyendo nosotros mismos . Por tanto , sabes que no es malo que las cosas se vayan ; sólo ley de vida , y al cabo uno mismo termina yéndose con ellas , como debe ser . Lo triste sería no darte cuenta de que se van , hasta que un día miras atrás y compruebas que las has perdido . |