Era semana santa y decidí irme de una vez por todas a la playa, llevaba las chanclas, la
tanga ( es mi hermana), el bloqueador de sol más no de resacas, la toalla con estampado de los pitufos, una cámara digital prestada, latas de atún (mil), chiles en rajas (dos mil) y claro mi inseparable amiga grabadora.
Pues ahí nos tienen esperando la ola más grande y cuando la precise, recordé las palabras sabias de mi madre que en tono de gran experiencia, como solo las madres sabias suelen hacerlo, dijo:
“He de aquel celoso que se desplaza en una tabla de surf ante la tórrida ola del desamor”
Seré sincero menciono más pero no lo recuerdo, pero creo que ésta era la parte más importante; la cosa es que vi a un bañista sobre una silla reclinable y, no tarde y perezoso que le digo ¡presta! Y que me lanzo al mar. Ya dominaba aquella ola tan grande como mi intolerancia mientras que a mi lado pasaban tiburones , mantarayas, pasaba todo un diccionario de monstruos mitológicos y a mi ni las moscas, ¡fuerte como un roble!, pero de momento recordé el resto de las sabias palabras de mi madre que expongo a continuación:
“ Pues las bestias de la idealización habrán de devorarlo de un solo bocado”
Y así les escribo esto amigos, desde el estomago de una ballena, con la compañía de Pinocho, Geppeto y Jonás.
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