COLECCIÓN DE BESOS


En la penumbra de la habitación, tenuemente iluminada por la llama temblorosa de una vela, medita el artista:
Todo empezó con el sutil roce de ala de mariposa que las pestañas de su musa depositaron, un anochecer, en su mejilla marchita. Fue un “acércate que te cuento un secreto al oído”, y esa caricia sin manos despertó un corazón aletargado.
Llegó la primavera, trinaron los pájaros, la oscuridad se hizo luz y las penas se convirtieron en alegrías.
Algunos vieron al “loco pintor” saludando con la mano a olvidados conocidos a horcajadas de su motocicleta. La melena suelta, los ojos encendidos, la bufanda como vela al viento, cantando a voz en grito.
Estrafalario, variopinto, trasnochador trasnochado, sentidor de sentimientos. A partir de aquel momento comenzó su colección.
Los primeros fueron robados, en la oscuridad de un húmedo portal de piedra al abrigo de la noche, en un banco del parque, en la cálida arena de la playa o mirando las estrellas.
La gran luna de agosto le hizo confesar su secreto con tímida vergüenza.
Desde entonces son dos los que buscan el más bello de la colección. Lo importante es que tienen que ser de ella. Ningún otro lleva su sabor, su aroma, su dulzura.
Besos andaluces en sonoros olés; Besos madrileños regados de vermouth de barril;Besos catalanes untados en pan tumaca amb pernil; Besos orientales con olor a incienso; Besos marroquíes con sabor a Harira; Besos tunecinos teñidos del añil de Sidi Bou Said; Besos franceses tocados de boina,perfumados por los mejores caldos que brotan de los viñedos de Bordeaux; Besos rondeños ahogando un grito frente al Tajo; Besos Axárquicos ungidos de aceite de oliva virgen; Besos castellanos pintados de ocres, verdes y amarillos…Todos ellos marcados en el mapamundi que le muestra cuan inmensa puede llegar a ser su colección.
En el rincón más preciado de su mágica caja de recuerdos, yacen aquellos que se dan con el corazón. Los que se dan humedecidos en agua salada ante una honda pena compartida, ante una desgracia mundial, ante un recuerdo imborrable de los seres queridos que no volverán. Los que ríen como un cascabel ante la felicidad. Los que se dan en una despedida y los que se dan como bienvenida.
Pero, reflexiona el coleccionista, el más hermoso, el más querido, el más valioso, es el que dure todo lo que me queda de vida.
Algún día cuando se extinga mi aliento como la llama de esta vela, el último suspiro será un beso de Ella.