Una muy interesante colaboración, desde todos los aspectos que se analice, hemos recibido para esta semana los lectores de esta columna epistolar de los miércoles. La misma autora, Ruth, aclara:
"Esta carta de amor fue escrita por mí, Doña María Luisa de Zúñiga y Antón desde la cárcel, hace casi siglo y medio. La interpretación de la misma corre a cargo de cada lector."
Un excelente trabajo, sin duda, para quien gusta meditar. Y seguimos recibiendo colaboraciones; mil gracias a todas y todos los que se han entusiasmado con esta propuesta; y por favor, paciencia, que todos los trabajos serán colocados en este espacio.
ALCALÁ DE HENARES, 19 de NOVIEMBRE, 1864
Mi anhelado y siempre presente Carlos:
Me han traído una mesa con un quinqué y cuando me dispongo a escribirte me sitúo al lado de la lámpara para ver bien. A ti sólo escribo con esta pluma de pavo real que tengo en mi mano, es una pluma lindísima que hallé en el cajón de esta mesa, de un verde brillante, salpicado de azul, violeta y oro, y cuando la contemplo brotan en mí imágenes tuyas a borbotones. Pero ciertamente, querido mío, escribo sin ver, con los ojos desorientados en la noche de esta pieza oscura de prisión con un solo ventanuco alto que le deja pasar a la luz mezquinamente; siempre en penumbra. Aquí, sin ti, me siento como un ciego que tantea, que palpa y que ha de confiarse a la memoria de los recuerdos.
Vuelve y tómame en la noche, cuando mi piel te recuerda con más vehemencia. Vivo desorientada en este cubículo de escasos metros, siempre con el pensamiento fijo en la sensación de poseerte, acechando de continuo el rayo de luz sobre mí por la ventana, como si fuera ese fino rayo una paloma mensajera de tu amor.
Me pongo en oración en este espacio en penumbra y ruego salir de aquí. Tengo mucho miedo. Estoy muy sola. El mundo no me pertenece. Tú no estás. Me resigno para no entrar en desigual batalla con la realidad y he de conformarme con besar tu retrato y con soñar sueños desencajados que se aplican por parecer reales.
Este es un edificio muy antiguo, siempre cerrado. El mundo habita fuera. Se vive fuera y yo sueño despierta, acá arriba, con tu mano acariciadora sobre la mía, omnipotente sueño de ojos abiertos, sin restricciones. Y tú, sin mí, pobre alma solitaria; en medio de la noche de tu soledad, corazón marchito que bajo mi mirada florecías.
El día en que me saquen de este antro me vestiré de sedas para ti. Beberemos una copa de Oporto y bailaremos abrazados durante media noche. Esa noche para ti y para mí estará llena de espejos, será un espejismo toda ella que se llevará el humo negro para siempre. Lucirá el sol aun siendo noche todavía, ya que la puerta de mi celda habrá quedado con siete llaves lapidada.
Temo sufrir desequilibrios mentales si se alarga mi espera de tus besos. ¡Si me abrazaras; sí, si me besaras...!
Por siempre tuya,
Maria Luisa
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