Es la muerte, divina.. poética para algunos
oscura para otros... Inevitable, dicen, para el cuerpo. Indiferente al que vive sin mirar adelante, acosadora al que siempre lo hace hacia atrás.

La muerte es envidiable cuando apaga el dolor, mas se hace traidora cuando extingue la pasión. Si, para algunos enamorados que aferran su vida y su fe... para aquellos vándalos que robaron corazones y los mantuvieron prisioneros tal vez...

Es la muerte que nos invade cuando los hilos del alma se rompen, y la fuerza de los párpados ya no contienen el mar... Sí, ese mar salado y caliente que huye desesperado por nuestros ojos, que hinchados y tristes, ven como nuestro ser abraza aquella seductora y complaciente dama celestial, divina y frugal. Que en el dolor y la agonía, nos llama a un mundo mejor... Donde el dolor no existe y la paz se respira en el aire por montón.

Pués hoy se los hago saber, oh poetas, la muerte es sabia cuando nos llega, indiferente cuando la provocamos y suele ser sutil si al final del camino nos dejamos caer lenta y cariñosamente en su red... No la dejen venir si no es su hora, no la llamen sumidos en su dolor, a veces es el opio de una condena y suele ser el producto de una triste traición... Que llegue cuando ella quiera, pues no deberíamos tener derecho ni causa, para solicitar su intención...