La Espera
- Si no regreso a la 1:30 me buscas desesperadamente, no 1:15 ni 1:29, 1:30.
Ella no preguntó él porque de su pedido ni le pidió explicaciones porque cuando iba a emitir sonido él ya la había dejado sola en la habitación, con el humo imperturbable de su cigarrillo y su perfume extranjero que al mezclarse con el olor del miedo la adormecían e invitaban al sueño. Quería mantenerse despierta, debía hacerlo, él se lo había pedido, se hacía interminable cada par de segundos, se sumergió en la lectura, sus ojos recorrían las letras y sus ideas recorrían su cerebro, no precisó en que instante ni en que posición se le cerraron los ojos y se quedó dormida.
Despertó y miró su reloj, 1:26, se puso a rezar para que no avanzaran los 4 minutos sin que él apareciera, se comió las uñas, ponía el oído atento para escuchar el crujir de la puerta.
1:30, se puso el abrigo, rozando la piel erizada y salió silenciosa como el se lo había pedido, pero ágil a la vez marchó en su búsqueda, las calles se le presentaban solitarias y otras pobladas y calurosas, metida en el vehículo que alquilo, buscaba entre los transeúntes la figura de él, o trataba de ubicar su voz, divisó a sus amigos, pero nadie debía saber que lo estaba buscando, nadie debía saber que estaban juntos, solo era entre ellos dos como siempre debió ser.
- Como siempre debió ser – pronunció ella a punto de llorar
- ¿Acaso nunca es así? – Preguntó el chofer, un señor casi calvo, de esos que tienen hijas y que siempre te dicen que te cuides que no andes en la calle hasta tan tarde que pareces decente y de buena familia.
- No lo sé - respondió conteniendo la respiración.
Siguieron avanzando topándose con gente a la que ella podía preguntar
- ¿Señor... y si usted preguntará?
Así lo hicieron, y ella se tapaba la cara con el abrigo pero todos aquellos que eran interrogados sabían bien que era ella quien lo buscaba.
- Nadie lo ha visto, dicen que se ha ido de viaje.
- Es una artimaña eso también lo sé yo – suspiro
Regresaron por las mismas calles pero su presencia no aparecía, entro en lugares en los que el jamás había entrado, pues lo conocía muy bien, pero no descartaba que en sus ataques de locura decidiera entrar a causar desorden, pero tampoco estaba.
- No llore señorita, ya lo vamos a encontrar
- Le falle, le falle una vez mas – repetía incansablemente
- No llore señorita – decía al unísono.
El chofer de aquel taxi decidió entonces que comieran y que tuviera fe, ella rezaba con cada sorbo de sopa, cuando acabo de comer dio media vuelta y él estaba ahí contemplándola con los ojos de ese color eterno que ella nunca puede describir, no le dijo nada, no le reclamo por su llanto ni por su desesperación sólo exclamo No te he fallado
El chofer lloró sobre la sopa por que esos señores padres de familia se emocionan, y les trae el recuerdo cuando llevaba serenata a su esposa o le mandaba cartas a escondidas.
Sabia que no me fallarías
Abrió los ojos, observó el reloj, 1:00 miro de soslayo, él estaba a su lado asiéndola contra su pecho y repitiéndole
Sabia que no me fallarías
A mí también me atacó la emoción y he manchado el papel debo terminar de escribir pronto, pues dentro de unos minutos será 1:30 y tendré que ir a buscarte.
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