La costumbre ataba mis manos,
cerraba mi boca,
enfríaba mi piel.
Desdibujadas sonrisas
solían desprenderse de mi rostro,
no quedaban esperanzas,
ni siquiera intentaba
correr para alcanzar tu luz.

Solo latidos,
alborotando la tradicional calma,
esa que a lo más conocía
de aislados gritos sin respuesta.
Te ví llegando hasta mi encierro,
y descubrí tu aliento
avanzando en mi armadura,
me recordaste que debía respirar.
Las palabras desnudando un corazón,
habitando los espacios
que hace un tiempo existían vacíos
resignados a la espera.

Mis sentidos llenos de ti.
Comprendí lo necesario que era,
volver a despertar.