- Buenas tardes, vengo a ver a Dios - dije con voz cansada, pero con la esperanza de haber concluido la búsqueda.
- ¿A quién?
- A Dios - repetí.
La cara de extrañeza del funcionario era evidente, indagaba en los registros y en su memoria, tenía en sus anales una vaga noción del Nombre, pero no recordaba nada con claridad y seguía revisando. Hasta que otro gendarme que escuchaba la conversación a metros, le aclaró:
- A Dios pues, el del patio de los rematados peligrosos dijo y se alejó iguales metros.
- Ahhhh. El Tata que le dicen... recordó el funcionario.
- Si, y quiero verlo dije ansioso.
- Lo siento señor, pero el reo no tiene visitas los lunes y, además, está castigado en los calabozos... incomunicado.
- Pero... tengo urgencia de verlo, lo he estado buscando por mucho tiempo. No se podría hacer una excepción... por favor.
- No sé - dijo más bien negando con la cabeza espere, déjeme consultar con el Oficial de Guardia.
Luego de unos minutos, o más bien de una eternidad, volvió y sentenció:
- Discúlpeme señor, pero me confirma el Capitán que el reo no tiene visitas. - y agregó bajando la voz - Al parecer trató de iniciar un motín convenciendo a la población penal de que eran libres, que les perdonaba sus faltas, que serían salvos por Él e incluso llego a decir que eran bienaventurados. Imagínese...
Una profunda paz me conmovió y sin pronunciar otro sonido me retiré.
Camine aliviado, lloré aliviado, agradecido...
Ese día comprendí que si bien no pude verlo, Él supo que estuve ahí, que lo hallé, y que aunque no logré escuchar de sus labios La Palabra que esperaba, encontró, como siempre, la manera de revelármela.
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