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Aquella no era una mañana como todas. La lluvia precedió a un sol radiante con cielo azul como de Septiembre. Nunca había visto formas urbanas tan nítidas. ¡Qué día tan fabuloso! ¡No estaba la típica neblina grisazulada de la gran ciudad! De pronto, en el mismo rincón de siempre, el hombre de siempre, no tenía la actitud … de siempre. Su mano alargada y voz de áspera elocuencia, dieron paso a un silencioso grito gélido reflejado en su rostro. Seguro él acarreó su desgracia -reflexiono intentando tranquilizar mi conciencia sin éxito-. Le doy mi desayuno y me alejo pensando en las dos caras que tiene una moneda. |
Texto agregado el 08-03-2005, y leído por 130 visitantes. (0 votos)
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