III. El Amanecer
El correr del tiempo sin tiempo, frente a sus ojos inútiles, entre la penumbra y el olvido, la resignación y aquella voz que le acompañó por quién sabe cuanto, ahora transformado en esta tenue sombra, a lo lejos difusa, comenzó a hablarle a esta.
- ¿Cuántas puertas debo cruzar, eres tú una de ellas?
- Podrás encontrar tu lugar cerca del sol, tus alas te han traído hasta acá junto a tus sueños, probablemente aquí no encuentres lo que deseas pero recuerda que siempre que vayas por tu camino, este se encargará de tenerte contra el suelo, nunca lo pierdas, no dejes que tus pies se alejen de él, no dejes que tus ojos se acerquen a él – díjole aquella voz.
- Sin embargo aquí creo haber encontrado una parte que no estaba en mi mundo y sólo vive en este lugar, aún extraño, pero ahora mas apacible, más cercano, creo que es este el fin de la odisea y del desconsuelo, el maldito desconsuelo.
La ligereza del aire fue notoria, sintió, por primera vez en mucho tiempo, que una tenue luz aparecía frente a sus ojos, como una respuesta, quizá como una luz verde frente a un semáforo, en el mismo lugar de siempre, o tal vez como el reflejo de aquel extraño, ya no tan extraño, frente al espejo, como el amanecer ...
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