"Pensar es una manera de sufrir"
Gustave Flaubert

Hoy me he despertado a las ocho de la mañana pensando en qué daría yo por despertarme todas las mañanas a tu lado. Y he llegado a la conclusión que daría por eso toda mi vida. (Todas las mañanas es mucho pedir. Bueno, por lo menos una vez al año... Por ejemplo el día de mi cumpleaños.)
Me he levantado con unas ganas inmensas de una taza de café y mientras me lo tomaba me preguntaba si tú lo prefieres negro o con leche.
Cuando iba en el autobús al trabajo miraba los coches y pensaba si alguno de ellos te podía pertenecer a ti. Observaba las caras indiferentes y soñolientas de los conductores nerviosa ("¿Cómo reacciono si lo veo y él me ve a mí?") y llena de esperanza ("A lo mejor hoy sí..."), pero como siempre todo en vano.
En el trabajo mis compañeras me han dicho que me sentaba muy bien la nueva falda que me había puesto. Les sonreí y pensé que era una pena que tú no me vieses.
He vuelto a casa. He cenado a solas pensando en qué habrás cenado tú y si también estabas solo.
Luego he llamado a una amiga. Hablando con ella me reía mucho. He pensado que me siento orgullosa de saber reír aun estando sin ti y tan infeliz.
Y ahora antes de acostarme escribo todo esto y me pregunto si todo en lo que he pensado hoy y pensaré mañana de verdad merece la pena ser pensado.