Estampas de Otoño
Aquella puerta de hierro forjado artesanalmente, daba paso a una escalera larga de cemento, que en su suave descenso llegaba al pequeño patio frente al porche del chalet “Pucará” Refugio de montaña, así lo denominaban los indios de la comarca para mí, era mi íntimo rincón.
Al principio los escalones estaban cubiertos por hojas grises de álamo que se matizaban con otras de roble doradas, el que se resistía a abandonar su cabellera, sin antes producir una vívida imagen como tornasolado espectro.
Continuaba un sector libre del testimonio de un verano que se fue, para llegar donde, entre pisada y pisada, alguna nuez invisible crujía bajo el peso de los pasos. Por último desembocaba en un pequeño patio de lajas, rodeado por exóticas plantas en cuyo centro, un ciruelo añejo se mostraba como esqueleto al viento, con pocas hojas, color bordó, el resto, ya inerte, descansaba a sus pies.
El aire fresco y húmedo de tantas lluvias, invitaba ingresar rápidamente a la casa, donde el típico aroma del chocolate caliente, se entremezclaba con la charla familiar alrededor del hogar encendido, el que nos cobijaba, con sus amarillentas lenguas de fuego, del frío inminente.
Así transcurrían los días, donde el sol cada vez mas apuro tenía por ocultarse, hasta que los brotes tiernos de la vida aparezcan nuevamente, los que tan ansiosamente, esperaban las voraces hormigas para hacerse el gran festín.
Nicolas Jackson
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