Se sentía insignificante, al lado de eso tan grande. Imponente, esa era la palabra. Pero, tenía que corregirse: Era peor aún, ya que no estaba al lado, sino ahí atrás, siempre postergada. Posterior y postergada, era evidente la relación.
Nadie le prestaba ninguna atención. La ocupaban en un papel insignificante: alejar a los intrusos, aunque tampoco eso lo hacía bien, ya que siempre volvían a molestar, una y otra vez, y ella, una y otra vez, los echaba. ¡Qué reiterativo! Justamente, así era su vida.
Hasta aquel día, en que, por fin, alguien se fijo en ella. Y no sólo eso, sino que se acerco y, casi no podía creerlo, la tomó. Mas aún, la sujeto con todas sus fuerzas. Qué cambio en su vida, se había transformado en el centro para alguien.
Ahí vino la pregunta que la vida, o el destino, le obligó a formularse:
¿Siempre tendrá que ser tan pasajera la felicidad?
El resto no lo soportó. No soportó el que a ella, aunque fuera solamente por un minuto se le diera un poco de atención. Y así la mano no volvió más, y no sólo la mano. Ese ser que se había atrevido a acercarse fue implacablemente, y furiosamente, eliminado.
Así fue como volvió a su lugar, condenada a ser por siempre jamás, lo que era y nunca dejaría de ser: La cola de la elefanta.
Inspirado en “La Elefanta” [Alfonso Reyes, Animalia, México, El Colegio Nacional, 1990, p. 63.] que a su vez inspiró a evalix (Alix Fazio) 31.07.2003 en su participación en el Foro “Ideas o...” en “Ensayos y comentarios”. en w.ww.loscuentos.net (Uf, que largo pero así es la inspiración de esta historia)
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