Muestra de cariño

Ruth dejaba las últimas recomendaciones a los niños antes de retirarse de la casa, para que cuando jugaran no se dejaran lamer la cara por Dexter. Era un hermoso cachorro de San Bernardo que se revolcaba junto a ellos sobre la alfombra del living.
La abuela sonreía mientras sostenía a la nieta mas pequeña en brazos, dispuesta a despedir a la feliz pareja que iban a tomarse un par de días a las montañas.
Todo estaba acomodado en el auto, las maletas, las botas, los abrigos y los snowboards firmemente anclados sobre el rack.
Según el pronostico las condiciones climáticas serían optimas en las pistas de esquí, la nieve tenia la dureza y el espesor adecuado, inclusive fuera de las pistas.
Eso era lo que mas les gustaba a la pareja, el poder deslizarse entre medio de los pinos, lo que era considerado como deporte de alto riesgo no apto para cardiacos.
En el sinuoso camino hacia la montaña el trafico era bastante intenso, y requería del uso de cadenas, pero por suerte vivían bastante cerca así que al cabo de un par de horas llegaron hasta el centro de esquí para alojarse en uno de los hoteles.
Apenas se acomodaron Ruth quería subir por las elevaciones hasta el cerro de las pistas para profesionales, para descender por uno de sus flancos que era bastante empinado y con terraplenes aptos para hacer vertiginosos saltos.
El sol del mediodía hacía de que la nieve brillara...también hacía un calor poco usual para la época.
Llegaron al faldón desde donde en otras ocasiones habían bajado, sin advertir que ahora había una señal restringiendo el acceso al área.
Colocaron sus botas en los anclajes de los snowboards y se prepararon para la gran aventura, previamente apostaron a quien llegaría primero...entre cómplices sonrisas decidieron que el ganador cobraría luego su premio bajo las cálidas sabanas.
Ruth ganaba en casi todas las ocasiones ya que desde muy pequeña esquiaba en esas montañas, conocía al detalle cada garganta, cada hondonada.
Habían recorrido mas de la mitad, cuando repentinamente parecía no castigarles mas el viento en la cara, algo muy extraño teniendo en cuenta la velocidad con que descendían..
Sintieron un ruido continuo que aumentaba de intensidad, aunque intrigados siguieron ya que ninguno estaba dispuesto a perder la apuesta. Pero para todo hay un limite y Ruth al fin decidió detenerse entre medio del bosque, recién ahí reconoció lo que estaba sucediendo. El bosque de pinos le impedía ver, pero un frío sudor recorrió su cuerpo al sentir vibrar el suelo mientras el ruido se incrementaba. Miro en todas direcciones desesperada buscando hacia donde huir, pero demasiado tarde...una masa blanca como la espuma la arrollo violentamente y demasiado de prisa se le hizo la noche...
La avalancha fue vista desde el centro de esquí como así también por el guarda parque que instantes antes con sus binoculares venia siguiendo los movimientos de dos personas que estaban en la zona prohibida.
¡Dios mío! Exclamo sobresaltado
Esas personas están justo en el ojo de la avalancha, rápidamente dio la alarma por la radio a los equipos de socorro.
Ruth finalmente despertó, su entumecido cuerpo no le respondía, el brazo derecho no lo sentía para nada, todo era negro a su alrededor y un sepulcral silencio hacia que escuchaba su propia respiración mas que forzada intentando obtener aire.
Por un momento pensó ¡esto es el fin! Pero su padre desde que era niña le enseño a jamás rendirse y luchar hasta el ultimo aliento. Intento mover la cabeza dentro de la compacta masa para crear una pequeña cámara de aire, sentía el peso de vaya a saber cuanta nieve sobre su cuerpo pero no la desalentaba, sabia que tenia que resistir esperanzada a que lleguen a socorrerla. Las horas pasaron muy lentamente a tal punto de que por el frió y el cansancio sus fuerzas flaqueaban, apoderándose de ella el desaliento gradualmente. En su mente semiconsciente aparecían imágenes de sus hijos jugando con el San Bernardo dejándose lamer sus rostros una y otra vez, inclusive se veía ella misma recibiendo esas repulsivas muestras de afecto...
La patrulla estaba formada por media docena de expertos con palas y equipo de rescate y el veterano Boulder. Así lo llamaban al perro San Bernardo por lo fornido de su cuerpo, era el héroe de toda la región teniendo en su haber muchas vidas rescatadas de las avalanchas.
Nadie se explicaba como lograba hacerlo encontrando a personas sepultadas hasta 3 metros bajo la superficie. Caminaba por encima y repentinamente empezaba a cavar como un topo, arrojando la compacta masa como pequeños misiles por el aire, cada tanto salía para tomar unos segundos de descanso luego se introducía en el hoyo para seguir cavando frenéticamente. Cuando llegaba a su objetivo buscaba su cara empezando a lamerla y si estaba viva movía su cola. Esa era la señal que el equipo mas ansiosamente esperaba, ahora solo les quedaba cavar para poder liberar al sepultado lo antes posible, teniendo en cuenta las largas horas que llevaba allí al borde de la hipotermia.
A Ruth se le empezaba a aclarar el entorno, su cara estaba completamente mojada y pegajosa pero por lo menos podía respirar con menos dificultad. Sintió unos brazos que la levantaban entre medio de gran algarabía de voces y fuertes ladridos hasta colocarla en una camilla de rescate, sintió los labios de su amado en lo que parecía el mas dulce de los besos, luego el característico sonido de las aspas del rotor de un helicóptero y el arremolinado viento en su cara.
Pasaron varios meses desde aquella tragedia pero ahora en el hogar de los afectados, sobre la mullida alfombra del living se encuentran alegremente jugueteando y dejándose lamer por un gran cachorro San Bernardo...dos niños pequeños y Ruth...su feliz madre.
Nicolas Jackson