Se levantó, estrechó con fuerza la mano de la vidente y salió del lugar. A pesar de sus temores iniciales, ninguna de las predicciones significaba tragedia; te espera una larga vida de felicidad y éxito había finalizado la psíquica. Con inmensa tranquilidad y haciendo planes sobre su futuro, se dispuso a cruzar la calle.

Las imágenes sobre su porvenir se proyectaron aceleradamente dentro de su cabeza. La primera que vio fue la de una fastuosa fiesta que, decidió, era su boda. En otra, lograba ese ansiado puesto en el trabajo. En una más el nacimiento de su hijo. Vio su casa de descanso en la playa. Vio un auto deportivo negro con un hombre haciendo señas, pero a él le gustaba el rojo, no el negro. Borró esa última imagen de su mente y no le dio importancia.

Vio un claxon.
Escuchó una luz; después, nada.