Indudablemente estaba soñando, porque me encontraba despertando en una cama antes vacía, ahora junto a tu hermoso y blanquecino cuerpo lampiño, me restregué los ojos y al contemplarte noté dormías aún. 
Pero me dabas la espalda, blanca y tersa, descubierta y embarrada de un dócil cabello que lacio caía sobre tu alargado cuello, y tu hombro desnudo con un solo tirante sostenido. 
 
Respirabas profundamente, cuando de pronto te estremeciste entre sueños y al darte la vuelta empezaste a hablar, despertabas entonces... 
 
-Muerdeme- dijiste. En aquel silencio tu voz sonó como un relámpago suplicante. 
-¿Perdón? ¿Estabas despierta?- Pregunté. 
-Claro tonto, que me muerdas dije. -Susurraste como sublime tentación. 
-No, no puedo, ¿no dices que no te gusta que te deje marcas?- Pretexté. 
-Pero ahora quiero que me muerdas, házmelo ahora mismo, como me habías pedido y no quise. -Musitaste complaciente. 
-¿Y, si nos escuchan? -Pregunté susurrando. 
-¿No oyes que roncan?  
-Pues...¿la verdad? no.- En casi silencio contesté. 
-Anda, ¿no me vas a quitar mi calzón? ¿me lo dejo? o ¿me lo quito yo? 
-Déjatelo. 
-O... ¿Quieres romperlo? 
-¡Sí, si quiero! -Susurré. 
-Puedes, pero no hagas mucho ruido. 
-¿De verdad?- te interrumpí. 
-Sí, o ¿que no quieres?  
-Claro que quiero. -Dije. 
-¿Entonces?- Inquiriste. 
-Vale... 
 
Dos segundos más tarde comencé a acariciarte y a besarte la nuca y la espalda, te rodee con mi brazo izquierdo y mientras, con el derecho sujetaba tu cabello entre mis dedos y entre mis dientes tus pezones erguidos, suplicantes. 
 
Bajé la mano al darte la vuelta y en un sólo gesto sujeté tus bragas jalándolas para que me permitieran entrar por detrás tuyo. 
 
-Muérdeme- dijiste, y te diste la vuelta dejando tu pecho desnudo a la altura de mi boca. 
-¿Así?- pregunté, y comencé a morderte la clavícula, el cuello y la barba, la mejilla; bajé nuevamente hasta tus duros pezones y succionando fuertemente, te abarqué hasta donde te mordí la más carne que pude. 
-Sí, así, más... -Pediste. 
-(¿Más?)- Pensé, pero te hice caso, y mi saliva se confundió con tu sangre, pero no me detuve, mientras te penetraba y tirabas de mi cabello, arqueándote de dolor y placer, para que nos integráramos completamente. 
 
Estábamos sudando y la  cama rechinaba, pero no podía ni quería detenerme, lo estaba disfrutando demasiado como para que nada más me importara, los calambres en las piernas me indicaban que estaba a punto de llegar, de alcanzarlo. 
 
-¡Quiero llegar contigo!-Dijiste entre sacudidas y embestidas rítmicas. 
-No te detengas, sigue. -Dijiste mientras sudada seguías moviéndote cada vez más rápido. 
-Sí... Respondí jadeando. 
-¿No importa? -Pregunté. 
-No, tú sigue, pero te corres fuera. -Dijiste. 
-Sí..!- Pero era demasiado tarde, lo había hecho ya, de pronto empecé a reírme y te detuviste. 
-¿Otro calambre? -Preguntaste con la respiración aún agitada. 
-Sí.- Mentí, estaba vaciándome todo y seguía dentro, gozando como nunca. 
-¿Ya llegaste?- te pregunté. 
-En eso estoy... ya, ya. 
-O.k.- Entonces me salí. 
-Terminaste. -Aseguraste tú. 
-Casi, pero estuvo bien-Dije (Más que bien, excelente) pensé. 
-¿Pero llegaste? ¿o no? 
-Que sí- te dije, mientras recogías los jirones de tu ropa interior y te vestías de nuevo... sólo para volver a darme la espalda. 
 
Me limpié y sequé el sudor del cuello y el pecho, y me acomodé el pantalón; te dí las buenas noches, pero ya estabas dormida, quise pensar que agotada... 
 
... Indudablemente estaba soñando, porque al despertar no había más que un cadáver mordisqueado a mi lado, y yo tenía polvo de sangre en las manos, uñas y dientes, pero en mi busto no había marcas, y yo estaba ahora sola. Tú, por fín dejaste de roncar...  |