Intento imaginar en estas cuatro rejas, lo que ocurrió aquel día, el día de mi final. No sé si no lo recuerdo, o no lo quiero recordar.

Me vienen imágenes a la cabeza. Sufro esta condena sin ni siquiera saber si es justo.
Entonces aparece una imagen, algo que hubiera deseado no ver jamas. En aquel bar. El humo invadía el ambiente, mi entorno daba vueltas, un vaso de whisky a mi lado, aguado por el hielo, con una huella de carmín, aquella sombra de pelo rojo se acercó, aunque no estoy seguro, creo que era sólo un recuerdo, pero era tan real... Oí entonces, un grito proveniente de algún lugar que no conseguí distinguir entre la música, la pelea entre mis dos mejores amigos, intente moverme para separarles, pero mi cuerpo no respondía. Tras un parpadeo, ya no estaba en el bar. Me hallaba en un oscuro callejón. Había un charco de sangre en mis pies. Sólo pude distinguir una sombra que corría dejando caer a su paso un cuchillo de hoja afilada. Me miró, era como si me estuviera mirando al espejo.

Es entonces cuando el ruido de una sirena me despierta, me levanté sudoroso, agobiado, pues no conseguí averiguar si sucedió en verdad. Estuve al borde del suicidio, pues es imposible vivir con este peso. Me encontraba en el balcón, con la intención de saltar, fue entonces cuando otra sirena distinta me volvió a despertar, estaba confundido, esta vez por partida doble.
¿Seguía soñando? , ¿Había sido todo un mísero sueño?

Desde entonces vivo así, ¿imaginas? Despertarme cada mañana sin saber que es lo que de verdad forma parte de la realidad, pues solo vivo esos nueve minutos, en los que una sirena me despierta, me paro a pensar, arranco a llorar con la agonía que me produce el propio respirar, sin tiempo alguno a llevar completamente a cabo mi suicidio, a acabar con esta pesadilla. Lo más triste es que cada día recuerdo esa noche, y las doscientas veces que he despertado con esa abominable sirena, y no puedo hacer nada.

No se si soy realidad, un sueño o tal vez un reflejo, pues antes de asomarme al balcón, me miro en el espejo que ha estado siempre frente a mi cara y no me veo, veo una sombra borrosa que chilla agonizante pidiendo socorro. Al cabo de varios días ya no hay una sombra, sino dos, una de ellas es una hermosa mujer de cabello rojo, y la otra soy yo, el retrato de una obsesión, mi obsesión hasta ahora: yo mismo, y esta parece ser mi condena, por haberlo dejado de lado todo, mi vida mi razón, hasta mi pareja, por haberme preocupado sólo de mí. Es una posibilidad; pero sé que realidad, sueño o reflejo, esto es el infierno, y yo el propio demonio.

Es lo que me ha tocado vivir...
Mi obsesión ya no soy yo mismo, mi obsesión es descubrir la verdad, mi misión es salir de esta cárcel, que tengo por condena, que sigue sin ser otra cosa que mi mente y mi conciencia, que me castigan con amargas terapias de ignorancia.


Siento las faltas de puntuación