Alguna vez, dentro de cada uno de nosotros se mueve y no deja de revolotear por los adentros, alguna vez saltan y rebotan sin chocar y no se rompen y no se quiebran y siguen tan limpias y delicadas......
Alguna vez nos brotan miles de pequeños dragos alzando sus brazos para tocar uno da los siete cielos. Son nuestras burbujas de cristal, aquellas que tenemos dentro,
en el canto del pecho; están dentro, adormecidas por los vientos. De pronto una de ellas brota de entre todas, de donde surgen mil mariposas y un nuevo amanecer del color de las motas de polvo, florece rompiendo su fragilidad para vestir de gala, causando mareas nuevas para mojarse nada mas que los tobillos y a duras penas gritar un ¡té
siento!
De pronto la vida coge nuevos tonos, colores que jamás pudimos imaginar y nos sorprenden un abanico cromático de sensaciones nuevas y algunas lagrimas que nos corren por las manos, se nos escapa una carcajada pudiendo coger ese amanecer entre los dedos y sentir como se derrama, como hecha a volar y nos arrastra, nos golpea fuerte como una cachetada. Descubrimos entonces que la vida es distinta para cada uno de nosotros, que siempre surgen nuevas burbujas de cristal; tan delicadas para algunos y tan testarudas para el resto, descubrimos de nuevo a esos mil dragos y esas nuevas sonrisas.
Supongo que relatar sueños es algo que solo motiva a aquel que escribe, aquel que siente los tobillos húmedos por cualquier marea, porque solo aquel que sueña se desnuda los pies y vagabundea por las orillas de alguna playa perdida.
Ojalá alguien pueda leerme entre líneas y sentir lo que de mi se desborda, escuchar como se agarran las raíces de mis dragos. Hay algo que canta una canción que dice;
“No puede morir jamás quien de esclavo se libera, rompiendo para ser libre con su vida las cadenas”.
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