CARNAVAL DE EMOCIONES
Insistí a mi padre que en su próximo viaje me llevara con él, sabía que su siguiente destino era Río de Janeiro, nada más y nada menos en época del carnaval, traté de contentarlo con buenas notas ya estaba por terminar mis estudios de educación media superior. Así que atendí más a mis labores tanto estudiantiles, como a mis tareas en casa....
Dijo ignorar si podría embarcarme, ya que al parecer el buque tenia todos los camarotes ocupados, sin embargo su trabajo de marino desde hacia varios años, le permitió conseguirme el tan ansiado viaje....
Mi niñez estuvo marcada por el vacío que me causaba su ausencia, lo extrañaba tanto, que rogaba a mi madre me llevara a recibirle al puerto de Buenos Aires cada que volvía, y cuando estaba a mi alcance me enredaba en su cuello sin que pudieran desatar el nudo que formaban mis brazos a su alrededor.....
Siempre fueron apasionantes para mi mente infantil, las historias de sus viajes, me llenaban de infinidad de fantasías, y ahora que había cumplido 19 años quería comprobar por mi mismo el fantástico mundo de mis imaginaciones.
Recuerdo cuando alegremente me dio la noticia que podía llevarme, desde ese momento perdí toda mi tranquilidad, corría de un lado a otro, contaba a mis amigos el acontecimiento, hacia y deshacía el equipaje que debía llevar...... hasta el día en que me vi colocándolo en aquel rincón rectangular que me fue asignado, estaba tan cerca de la máquina que el aire era espeso y viciado, se percibía un penetrante olor a humedad y aceite, sin embargo mi alma de niño me hacia ver un bello panorama imaginando todas las sorpresas que encontraría en esta aventura tan anhelada.
Tan pronto coloqué mis pertenencias, busqué refugio en el puente y aspire con fruición la brisa que venía de las olas del mar, el cielo estaba radiante, nunca lo había visto así, de un azul acero esplendoroso, me encontraba ante un mundo nuevo, bebiendo un furioso apresuramiento de imágenes.
Durante los siguientes días observaba a las personas, al mar.... éste último permanecía quieto, azul, solo por momentos se inundaba de colores múltiples... las caras me empezaron a ser familiares, las risas de algunas mujeres insinuantes me excitaban, aunque ellas apenas se daban cuenta de mi existencia...
A mi padre lo veía a las horas de las comidas, charlábamos animadamente con algunos de sus compañeros y me hacia partícipe de detalles de la travesía, aprovechaba para darme indicaciones de lo debía hacer al llegar a Río, ya que tendría permiso de bajar a dar una vuelta.
Como mi camarote me asfixiaba, de tan pequeño y oscuro y la atmósfera se tornaba pesada y húmeda, prefería subir a cubierta, allí elevaba la mirada al cielo y un mágico resplandor llegaba a mis ojos como si una cortina de terciopelo velase una enorme luz, los contornos del buque relumbraban como esmalte claro, contrastando con el mar de un azul oscuro misterioso. Esa blanquísima luz me envolvía tibiamente permitiéndome el inmenso placer de soñar, como en una gigantesca cuna el buque me mecía y me transportaba fuera del tiempo....
El desembarco en Brasil fue como estaba previsto, una lancha nos llevaría a tierra y por la tarde nos iría a buscar.
Todos estos acontecimientos me tenían en un estado de febril ardor, donde mis emociones me envolvían, mientras mi padre me daba toda clase de recomendaciones, mi sangre hervía al imaginar lo que sólo había escuchado en relatos, y si acaso había visto algunas imágenes por televisión. En mi interior una música tocaba y zumbaba de tal forma que tenía que esforzarme para no dar de gritos entre el tumulto...
Me quedé mudo al pisar las aguas que bañan el extenso arenal de Río de Janeiro, soñando en medio de la ruidosa y charlatana muchedumbre, los viajeros caminábamos juntos, contagiándonos de esa exótica diversión que nos esperaba, y como una sola familia nos movíamos al ritmo de la música que se escuchaba por todas partes, la zamba candente y los multicolores adornos aparecían frente a nuestros ojos elevándonos, casi flotando al compás de las bandas y al capricho de la brisa.
Poco a poco nos fuimos dispersando, yo me dirigí al centro de la ciudad, quería llegar al zambodromo (el mundialmente famoso desfile de escuelas de zamba) eso si arrastrando conmigo el torbellino de emociones que cargaba. Ya cerca de mi destino escuché una música estridente y rítmica, que me llevó hacia ella, impulsado por un placer de abandonarlo todo a la suerte, en medio del gentío, todos mis sentidos se excitaban en aquella mezcla de aliento humano sudor y sexo.
Eran los últimos ensayos de esa escuela de zamba a la que me adherí enseguida, aquella cascada bulliciosa me alegraba, sentía la vida de los otros, sentía el bramar de la ciudad ebria de música.
Mis nervios se iban poniendo tensos al mirar a una mulata hermosa, que me sonreía, haciéndome señas para que me acercara, todos mis sentidos jugaban con la sensualidad y notaba ese aturdimiento y confusión que va ligado a la excitación. Me acometía una ansiedad de acercarme, un deseo impetuoso de aparejarme con aquella desconocida, de penetrar en ella hasta fundirme.
Me hizo tomarla de la cintura moviéndose voluptuosamente e indicándome con señas que la siguiera, en mi sangre se mezclaba todo, el contacto con su cuerpo semi-desnudo, el relucir de los trajes, el ritmo de la música, el embrujo de verme ligado a toda aquella pasión ardiente y sonriente de los demás. Entrar en esa abundancia vital, penetrar en ella como una flecha en lo desconocido hacia estallar mis sienes..
Era una locura de pasiones embriagantes, como un cierto parentesco entre lo animal y lo humano.....
No tuvimos necesidad del lenguaje para comunicarnos, existía una juguetona seductividad al abrazarnos al compás de la alegre música, sonrisas provocativas y sensuales hacían vibrar nuestros sentidos, ella debió entender mi sed implacable y nos entregamos en un delirio de ternura y pasión, ese día, y el siguiente, y otro más.....
No quería regresar a aquel mi mundo tan simple, no deseaba apagar el milagroso fermento que me invadía, ni desasirme de la maravillosa aventura que me tenía encadenado, mi cuerpo entero se convulsionaba interiormente rompiendo la dura costra de mis silencios...
Habían pasado tres días desde mi desembarcó, ante el frenesí de sentirme, olvidé por completo las recomendaciones. El bote que habría de llevarme a mi destino quedó en el olvido, de pronto me invadió un miedo inmenso, corrí hasta la playa bañado en sudor, a esa hora se iba quedando solitaria y la oscuridad avanzaba como una marea, ni rastro de la lancha, sólo divisaba el barco iluminado, anclado a cierta distancia, me senté en un montículo de arena, sin saber que hacer, comprendiendo que me llegaba la fatiga, sólo deseaba dormir y soñar sin salir de aquella magia, ya no me sentía a mi mismo...... ya estaba sólo en la oscuridad, completamente abandonado, completamente expulsado....
Cuando apenas cerré mis ojos: una tos tenue y seca me despertó; al llegar, no había yo notado una figura encorvada e inmóvil sentada unos pocos metros adelante de mí, con el cuerpo doblado hacia adelante me parecía que sollozaba, aclaré la vista y enseguida le reconocí: era él,
mi viejo querido, que derrotado después de los días de búsqueda frenética, se estremecía impotente.
Sentí como un vuelco, el remordimiento y la ternura se apoderaron de mí y sin poder soportarlo más, me acerqué a él, tocando suavemente su espalda temblorosa, los sollozos se tornaron en francos gritos de dolor y dicha, un escalofrío recorría mi cuerpo, mientras mis mejillas se empapaban al mirar su rostro atormentado, ahora era él quien se aferraba a mi cuello, quien anudaba sus brazos a mi alrededor, eran sus brazos los que no podían o no querían soltarme........
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