Maldita! ¿Dónde habías estado todo este tiempo?
¿Es que no sabes, que no te has dado cuenta de que no puedo estar separado de ti así como así?. Te tengo tan asimilada en mi, que casi siento que tu esencia callejea por los corredores de mi sangre. No puedo dormirme si no siento tu sabor en mi boca. No aguanto las ganas de tenerte así, como ahora, en que apenas murmuras en un minúsculo zumbido, en tu frágil vestimenta que se me antoja transparente, como si fueras mía (no como es en realidad, porque por mucho que fantaseo con que estarás siempre a mi lado cuando te desee, sé que en algún momento me voltearé para mirarte y descubriré desconcertado, otra vez, que te has ido sin dejar más rastro que tu efecto agridulce, en mi revuelta y embotada cabeza), como si no tuvieras que dejarme para caer en la realidad, en la lucidez de despertar y caminar a la ducha y luego a buscarte otra vez, a ver si es que apareces. Maldita! ¿Qué te crees que me dejas, sólo porque tú sabes que tu aroma me hará buscarte, que tu recuerdo me retendrá cuando esté mudo y sofocado, que tu aliento tan sabido será el único respiro en un día o una noche, como anoche, como antes de ayer, o en un puto día cualquiera que anochece, justo como hoy? No sé por qué te hablo, cuando tengo que apurar el paso acalorado, alargar el brazo y pedir por ti en alguna esquina o en la barra de turno, maldita cerveza, mon amour. |