Léase escribir (la pasión de)
Preludio
Escribo desde Mi Oficina. Con corridos de narcos de fondo. Acá todos están gritando mientras yo divago con palabras enredadas en mis ojos. Palabras que se estiran en mi estómago y se derraman por mis manos. La boca, la voz, ahora que estoy solo, no cuentan. Corrijo: la boca sólo para beber.
Mi Oficina no es mía precisamente. Es de todos. De todos los que acá estamos. Para qué nos hacemos pendejos, es del dueño. Mi Oficina es una de tantas cantinas baratas que suele uno toparse en la calle; aunque últimamente he pensado que son las cantinas las que se topan con nosotros. A un lado, a unas pocas casas se encuentra La Casa Rosada, a unos metros más allá La Casa Blanca, junto al andador del apestoso río Sabinal. Muy pronto estas cantinas, como muchas más en la ciudad, escupirán ebrios tambaleantes, bolos cabizbajos y alguno que otro borracho machista que llegará a golpear a una sumisa mujercita encerrada en casa, cuidando hijos.
Y yo aquí, remedo de escritor, aspirante a testigo oculto, narrador compulsivo, tratando de escribir… (pero ahora un paréntesis: la mesera a traído otra cerveza)
(GULP!
GULP!
GULP!
AAAAAAHHH!)
¿De qué escribir? ¿Acaso de los reporteros o periodistas o “chayoteros” (generalmente son lo mismo) que discuten en la mesa de frente con voz exageradamente alta, escupiéndose baba entre sí, acerca de quién está invitado “oficialmente” a la comida de los diputados, quién se llevó la de ocho columnas, quién trae un nuevo modelo de celular? O escribir acaso acerca del cabrón aquel, junto al baño, que intenta sentar por la fuerza a la mesera en sus piernas, pellizcándole las tetas. ¡Aaaaaay donjoaquín!, grita ella, mientras él ríe sobándose la tremenda panza. Algún funcionario, algún burócrata más. Algún Licenciado más. Un hijo de puta.
¿De qué escribir, por qué escribir, si lo único que quería era disfrutar de unas cervezas bien frías, estar callado, viendo a borrachos hacer y deshacer y de pronto, inconscientemente he sacado libreta y lapicero y no me he percatado hasta que he atacado mi vaso con un sorbo más?
Está bien, por qué no. Pero antes, lo confieso: no quería escribir… ahora, ahora ya se jodió la cosa. Y te la pondré fácil: escribiré y puedes hacer lo que quieras con esto. Limpiarte el culo, luego enmarcar la hoja, colgarla en la sala de tu casa y decir “en verdad que el pinchequijote es de mierda jaja” y pitorrearte de mi texto manchado con tus heces o podrías simplemente leerlo mientras cagas, alabarme, arrugar el papel por envidia y tirarlo en la taza, para que se vaya por el drenaje. Advertencia tardía: esto no es literatura, esto no es periodismo. Esto no es sanitario. Comenzamos.
Primer movimiento
Ni en una cantina se puede ya estar a salvo de la pedantería social, de los gandayas que te quieren madrear por creer que los ves feo (pinches paranoicos egocéntricos), de los slogans políticos, de los aires de suficiencia, de expertos aburridos en futbol, de inútiles que te ofrecen su tarjeta mientras te dicen: ¡Estamos al pie del cañón!
Tengo atrincherada mi mesa con los envases vacíos que he ido dejando. No quiero platicar con nadie. Mucho menos con ese puto que me ha hecho ojitos. No quiero nada. Escribo per se. Escribo porque mi mano a veces funciona en stand by. Escribo, como dice el Navo, para borrarme. Aun así te esfuerzas por exprimir el texto, por saber qué demonios supuran de mis dedos. Aun así te buscas en este espacio. Te buscas, me buscas, pero tú no sabes que yo aquí es donde me pierdo. No busques nada. No hay nada nuevo. Todo reciclado. Todo desechable, plástico, sintético. Todo es etéreo. Sin embargo, un trago del líquido ambar y quizá un destello se rescate del estruendo.
Segundo movimiento
Seis de la tarde. A esta hora la cerveza ya hizo costra en nuestra cabeza. Ya sacaron a dos borrachos con aficiones de boxeador, ya cerraron la puerta de la cantina. Ya sólo quedan los que estamos. Y estamos algo entonados. Es precisamente ahora cuando me invaden los recuerdos y los pensamientos dementes
Me rechazaron, luego entonces yo me oculto
Me ignoraron, luego entonces yo cierro los ojos
Me golpearon, luego entonces yo recibo
Me encerraron, luego entonces yo leo
Me subestimaron, ergo escribo
Me escupieron, ergo escupo
Me domaron, ergo me revelo
Me disfrazaron, ergo me descubro
Me violaron, ergo violo
Me orinaron en la cara, ergo orino cajeros automáticos
Movimiento tres y beatnik (o al otro día)
Resaca. La cruda le llaman.
Te duele la cabeza
Te da vueltas la panza
Tu cuerpo es temblor
Tu nariz gotea como grifo abierto.
Estapinchecrudaexigeunacerveza.
Bien
Fría.
Ayer tan sólo fue
Ir a la cantina
Leer puterías en la presentación del libro
Cotorrear con la banda
Embriagarse de lo lindo
Meterse rayas de luna
Cantar rolas de Rockdrigo
Hablar de lo sucio
De los rateros de-mentes
De las falacias prefabricadas por el bipolio mitificado: Televisa/TV azteca
Ayer fue la nausea
Hoy es la nausea
Ayer comencé un texto y hoy no lo puedo terminar
Ayer me tendí luegoluego a la calle para arañar estrellas y después mostrarle las uñas brillosas a Claudia.
Cuarto movimiento y último
(Ya no es descrude esto. Ya me estoy entablando. Pronostico más textículos… reseñas, ensayos, cuentos, prosa, quéséyo… pero por ahora me quedaré aquí sentado, bajo la sombra de una pochota, con el loco que bebe flor de caña, cuasiebrio, cuasipoeta, cuasipendejo. Y para no quedarle mal a los que dicen que no sé cómo terminar mis textos, aquí está, una vez más… salud.)
Antonioreyes(elpinchequijotedemierda)
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