Quizá nadie termine de comprender la soledad y la horfandad hasta que no la vive. Mi primer impulso es no deseársela a nadie..Estar sola, estar solo, sin nadie que te de la cara o el alma cuando hablas, cuando lloras.Arañas las paredes, gritas y nadie te conoce. No conoces a nadie en una ciudad que no es la tuya. Sólo vos y el oxígeno que alarga la agonía. La soledad es un despeñadero. Un desgarro profundo. Dos posibilidades: Te hacés mierda en ese abismo sin fin o encontrás tu propia gravedad, te reconocés a tiendas, flotás y salís a tu propio encuentro, acompañándote de vos. Esa soledad no se la deseo a nadie; pero, quizás sí: porque, aveces, para ver la luz es preciso venir de una oscuridad profunda. Para vivir, nadie te puede venir con el cuento de como se vive, sólo tenés que vivir. Arriesgarte. Partirte. LLorar desde lo más recóndito del corazón para que ahí la luz, en vos, comience a hacerse.