Nadie supo decir el porqué de la pelea entre los dos hombres, aún asi la ronda de curiosos que los encerraba se iba haciendo mas grande. Dentro (y a duras penas) se podían distinguir dos jovenes que rondaban los 23 años. Ambos mostraban diversas manchas de sangre en su ropa y sus caras parecían a punto de estallar por la hinchazón. Coronaba el cuadro varios dientes que yacían en el suelo como curiosas perlas sacadas de la mente de un loco. La peléa duró unos minutos mas ya que en ambos se notaba el cansancio y jadeaban rítimicamente. El más pequeño aprovecho que el otro apoyaba sus brazos sobre las rodiyas para recuperarse y se abalanzo sobre él. Metió la mano en la boca de su contricante y tomando aire (y quizás coraje) le arrancó la quijada de cuajo con un sonido de huesos rotos que heló la sangre. El otro solo atino a mirarle con ojos vacios y la pechera regada por una catarata roja que manaba de los restos de su cara. La lengua colgaba muerta como un ahorcado hinchado por la humedad.