Muchas veces, cuando mis hijos duermen y me siento a disfrutar del único remanso de paz del día reflexiono sobre el hecho de su educación. Es una tarea difícil porque es continua, sin tregua, llena de obstáculos y sobresaltos, pero extraordinariamente gratificante.

Has de estar preparado para luchar contracorriente ante los ejemplos y los mensajes que reciben del exterior. Por ejemplo, quieres mostrarles que la violencia no conduce a nada y que no por ser más fuerte o golpear antes tienes más razón, pero todo lo que nos rodea se empecina en llevarnos la contraria.

En ocasiones, un gesto o una palabra de ellos te hacen ver que lo estás haciendo bien y esa es la gran recompensa.

Quizá por eso, cuando eres padre, todo lo relacionado con la infancia cala muy hondo en ti.

Hoy veo en las noticias que ha comenzado en Francia el mayor proceso judicial de pederastia de su historia: 62 personas imputadas de abusar sexualmente de 45 menores con edades comprendidas entre los seis meses y los doce años, que en su mayoría eran hijos o nietos de los victimarios.

Parece ser que los niños se “alquilaban” a cambio de pequeñas sumas de dinero, alimentos o tabaco.

Algo hacemos mal y tenemos que adquirir un compromiso para cambiarlo. Y, a lo mejor soy muy optimista, pero veo signos que van por buen camino.

El Tribunal Supremo de Estados Unidos, por cinco votos a cuatro, abolió el pasado martes (1-3-2005) la pena de muerte para aquellas personas que tuvieran menos de 18 años cuando cometieron el asesinato por el que fueron condenados.

Desde ese día Estados Unidos ya no está en la terrible lista de países que desde 1990 habían condenado a muerte y ejecutado a menores de edad: Irán, Pakistán, Arabia Saudí, Yemen, Nigeria, República Democrática del Congo y China.

Es un gran paso que creo merece un aplauso grande, como grande es la alegría de ver alejarse poco a poco los asesinatos programados denominados pena de muerte. Como dice el refrán “a enemigo que huye, puente de plata”.

Parece que no todo es oscuridad y que se ve un rayito de luz al otro lado del río:

        Rema, rema, rema
        Clavo mi remo en el agua
        Llevo tu remo en el mío
        creo que he visto una luz
        al otro lado del río

(Jorge Drexler)

Así que rememos tu y yo, con mis hijos y los tuyos, la corriente es fuerte, pero se ve la otra orilla.

Madrid, 3 de marzo de 2005
Juan Rojo