- Buenos días señorita ¿a que piso va?
- Ir lo que se dice ir…, tal vez lo que usted quiere saber es hacia que piso quiero que me lleve el ascensor.
- No señorita, lo que yo quisiera saber de usted no es eso, pero con eso me conformaré.
- Ya que se conforma usted con tan poca cosa, le complaceré y le diré que me dirijo al piso 10.
- Complacer, lo que se dice complacer…, tal vez lo que usted ha querido decir es que me va a decir a que piso quiere que la lleve el ascensor.
- ¿acaso esa respuesta no le ha complacido?
- Pues siendo sincero señorita, no. Sin embargo puedo decirle que he estado observando como se dirigía hacia el ascensor y su forma de caminar, casi sin tocar el suelo, sí que lo ha hecho.
- Me alegro.
- Me alegro de que se alegre.
- Mejor no sigamos alegrándonos de la alegría del otro porque esta conversación podría no tener fin.
- Tiene usted razón. Así que propondré el recurrente tema del tiempo. Hace un bonito día. ¿no cree usted?
- Lo que yo creo es que no ha dicho usted lo que le gustaría haber dicho, seguro que se le está pasando ahora mismo por la cabeza alguna otra cuestión más interesante que le gustaría comentarme.
- Vuelve usted a tener razón, señorita.
- Pues adelante, no debería usted perder el tiempo.
- En fin, como decirlo. Señorita, estoy loca, profunda y silenciosamente enamorado de usted.
- ¿ah si? Y eso ¿desde hace mucho tiempo?
- He empezado a intuirlo cuando pasábamos por el tercer piso, pero me he dicho a mi mismo que no podía ser amor, sólo una simple atracción física, usted comprenderá, nunca antes nos habíamos visto. En el cuarto piso mis intuiciones han pasado a ser sospechas fundadas y en el quinto piso me he abandonado a mis sentimientos y he dejado de intentar reprimirlos. Y ya ve usted, me he declarado en el sexto.
- ¿no cree que va usted muy rápido?
- Tal vez un poco, si usted hubiera ido al piso 20, tal vez hubiéramos podido disfrutar de una bonita amistad antes de mi declaración de amor, pero…
- Comprendo. Por cierto, ya hemos llegado al 10, ha sido un viaje muy ameno. Gracias por todo caballero.
- Gracias a usted por regalarme su presencia.
- Jajajaja, es usted muy gracioso. Y ya que ha sacado usted el tema de la presencia, es posible que regale mi presencia a la cafetería de la esquina dentro de una hora. ¿quién sabe? Tal vez nos encontremos de nuevo.
- Sí, quien sabe.
|