… usted comprenderá señor, cada uno tiene sus vicios. Y este que me acaba de sorprender practicando es el mío. Igual de repugnante a los ojos ajenos que para nosotros los vicios del dueño de tan ajenas miradas.
De todos modos y en mi defensa he de decirle, que después de pensar sobre la cuestión he llegado a la conclusión de que lo que el vicio tiene es muy mala prensa. Al fin y al cabo se podría decir que tener un vicio no nos convierte en viciosos, tal vez una actitud reprobable lo que nos hace es salvarnos de otra actitud más reprobable aún, el vicio en ese sentido es la “grasa” que hace que esta unión de almas a la que llamamos sociedad funcione. Llegando más allá, incluso podríamos decir, que como contraposición al vicio nos encontramos con la virtud, un ente tan voluble, inconsistente y relativo que solo lo podemos encontrar como oposición al vicio. Nos encontramos entonces al vicio como causa y origen de la virtud. ¿Y quién en su sano juicio podría reprobar a la causa y origen de la virtud?
De todos modos y dejando al margen cuestiones más metafísicas, me gustaría justificarme por el caso que yo he querido comentarle, es decir, mi vicio particular. Ya comprendo que tal vez a usted le parezca poco refinado e incluso antisocial por lo furtivo y solitario que es. También comprendo que no es el clásico vicio que uno cuenta a los demás para darse aires de persona de mundo. En ese sentido se puede decir que lo que lo convierte en vicio es el carácter de tal que yo le doy, ya que practicado a la luz pública lo convertiría en un actor más repulsivo que vicioso y también es cierto que no lo practico por necesidad, ya que podría obtener los mismos resultados por otras vías, sin embargo carente del placer que otorga lo furtivo y reprobable de mi actitud. Es cierto que el hecho de ir dejando mi restos orgánicos por ciertos lugares no me llena de orgullo, pero el hecho de decidir que restos nos pertenecen es algo harto complicado de definir ¿acaso no venimos todos de un único ente, una única unidad de materia que tras un gran estallido espacial puso rumbo indefinido por el universo infinito? Entonces ¿quién sería capaz de decir qué fluido corporal pertenece exclusivamente a tal o cual persona y no al conjunto de la colectividad humana o incluso es patrimonio del universo y de todos los seres que lo forman?
Así que señor, cuando he consentido hoy en reconocer mi vicio ante usted, reconozco que un poco forzado por la situación, ya que es la primera vez que alguien me descubre practicándolo, tenía intención de disculparme por el horror que le habrá producido a usted el verme. Pero después de todas estas cuestiones que le he dado a usted para que medite, no pienso disculparme, si no que le invito a usted a que practique su propio vicio. Tal vez no tenga que ser el mismo que yo practico, usted busque, practique varios y quédese con el que o los que más le gusten.
Yo por mi parte seguiré practicando el mío, sólo le pido que sea discreto y que no propague lo que hoy por descuido mío ha visto usted. Yo limpiaré los restos blanquecinos que me marcan como practicante de tan agradable y a la vez furtiva costumbre y abandonaré este lugar a donde sin duda volveré en no demasiado tiempo a volver a practicarlo. Y es que cuando uno se acostumbra a beber la leche directamente del cartón, no hay quien le quite ese vicio.
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