Querido esoso, te erdono.
No uedo volver contigo, ero te entiendo y necesito que tu también me comrendas a mí.
Yo también tuve que artir de mi atria: Erú, ero artimos or otras razones. Éramos muy obres, sin lata, ero ersonas muy decentes. Llegamos a Esaña, a Amlona donde te conocí.
Todo emezó entre tu y yo, cuando ercibí como me mirabas aseando or ese arque. Tus ojos me erforaron y mis iernas me temblaron. Al escuchar tus alabras comprendí que nos arecíamos tanto. Oco tiemo desués estaba erdidamente enamorada. Varias ersonas me dijeron que eras un atudo, que ese roblema tuyo eran uras ayasadas. Ues ruébenmelo les edí. Nadie udo.
Asó el tiempo y te usiste celoso. Me erseguías. ¡Uta! me gritabas, mira como lo rovocas. Or mi santísimo adre, que si no está e el araiso, está en el urgatorio, te lo rometo: el escritor nunca se roasó , era mi rofesor, me restaba libros, me daba algunas almaditas, sólo de cariño. Y tu, loco erdido lo agarraste a atadas y desués le egaste un tiro.
Y ensar que tu agaste mis estudios ¡Qué deserdicio!
Que ena lo que me gritaste. Ahí está mi romesa fundamental. Mi abuelito, el aá de mi aá fue el que nos dijo, antes de artir: Nunca – (y dijo esa letra), cualquier cosa, ero eso jamás. Y yo, aunque era equeñita, le entendí muy bien, y la eliminé de mi vida. Mis hermanas y mis rimas me dijeron: esérate, habla con él ara reguntarle si eso es lo que él retendía, ero yo le escuche clarito. Además él dijo esa letra y no esa alabra. Así fue que rometí or toda mi vida que nunca mi labios la ronunciarían, ni tamoco mis equeñas manos, al tomar el laiz, la dibujarían. (Y ahora, en el comutador, or suuesto evito golear esa tecla)
Después de tus ecados no ude más Fue mucho ara mí. Ara no erecer de vergüenza, artí. Me mantendré ura, sólo viviendo de tus recuerdos.
Atricia Erez Zaata
Lejos, ero or siemre tu roiedad rivada
(Como dice nuestra canción)
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