Despierto de mi sueño
siendo once de la noche
escucho el motor de un coche
y el regaño a un animal de su dueño
levanto la mirada hacia un lado
se encontraba mi abuelita
me coloco a su costado
y a escucharla me invita
con su cara triste y llena de recuerdo
con sus ojos brillantes
con el reflejo de sus lagrimas
y su voz que se quiebra al mirarme
le cuento, ella me dice
ustedes han sido afortunados
tienen una familia sólida
no han sido abandonados
tienen buena educación
y donde dormir, una buena habitación
tienen un plato que comer cada día
conocen a sus abuelos, hermanos y tías.

Yo me crié con mi abuelita
porque mi madre se fue a Santiago
mi padre se fue con sus tierras
esperando en navidad a los Reyes Magos
que me trajeran solo pan para el desayuno
prestado dinero yendo a pedir
caminando descalza hacia un pariente cercano
para darme por respuesta un no
llegando a mi casa para decir todo fue en vano
mientras yo me preguntaba
cual de los dos había sido el cobarde
de dejarme aquí triste y abandonada
tal vez haya sido mi padre o mi madre
en fin ya eso no me importaba
ni mi apellido paterno necesitaba
vivía humilde y con el cariño
de la que yo consideraba mi madre
proponiéndome sacarme la mugre
para tener algo con que arroparme
y así fue como llegue a Santiago
siendo solo una niña sin mundo
sin conocer siquiera
terrenos mas grandes que un fundo

llegue cuidando un niño
rubio, crespo y ojos azules
sacándome una hermosa joven
a pasear por lo que nunca anduve
y así me entretenía
y así me divertía
cuidándole la bicicleta
mientras ella pololearía.
El tiempo pasó y pasó
trabajando en otra cosa
donde me encontré con mi padre
actuando como una simple moza
le dije que se sirve
y el me miró sorprendido y avergonzado
mire, no tiene vergüenza
de como tiene a su hija aquí a su lado
lo dejé comer
y casi no se podía mover
y así fue mi cara a cara
el cual por fin pude tener.
Junté peso a peso
esfuerzo a esfuerzo
pasado por sufrimientos
dando al final grandes frutos
los que ahora disfruto
teniendo una familia
la cual quiero demasiado
y una suerte y alegría
que Dios me ha enviado.

Así acaba su vida
su pasado, su esfuerzo
dándome cuenta tras contar la historia
la afortunada vida que tengo
como un ejemplo de experiencia
y también de sabiduría
dando gracias el momento
que se formo en este día
y que a través de esa mirada cansada
y esas manos de trabajo y agonía
de esa voz dulce y pausada
no me daba cuenta de la gran mujer
que a mi lado tenía.