La misma presencia del alma
inspira el infortunio de esta aburrida vida

de seres incomprensibles que caen en la desesperación
de entender al medio que les rodea estando en la cima

sin darse cuenta de que ellos tienen que adaptarse
lenta pero ladinamente como lo hace el supremo

que hoy llamamos padre, padre de nuestras vidas e infortunios
que nos da el prójimo, y que cada vez que caemos

nuestra inercia exclama y repite que la culpa es un escudo
que al protegernos nos dañamos más y más

y sentimos como cae la fuerza que llevamos
combinada con una pizca de sudor
pero al vernos nos damos cuenta que tan inertes estamos.