El sábado cuando don Antonio el poeta chileno murió era un, era un día como cualquier otro. Se encontraba postrado en la cama de la vieja casa que le dejaron sus padres, de repente al raro sucedió. Las campanas de la iglesia comenzaron a sonar anunciando que era la hora del rosario de la aurora; de improviso el alma de con Antonio se retiro por completo de su cuerpo y empezó a caminar hacia la catedral como lo hacía todos los primeros sábados de cada mes. Todo iba bien, hasta que un murciélago que estaba encarcelado en una de las torres de esa pieza arquitectónica le grito: -¡Don Antonio, busque las puertas!¡Las puertas! ¡Ellas son las únicas que lo pueden ayudar para huirle a la oscuridad! El poeta se asusto, y comenzó a ver cielo se nublaba y unas entidades oscuras lo poseían halándolo a la puertas del infierno. Don Antonio inicio su busque; buscaba y buscaba por todo el pueblo, pero nada le daba la solución que necesitaba hasta que por fin al fondo de un callejón hallo unas puertas muy viejas y cuestionándose pensó: “pero estas puertas tan antiguas ¿para qué me pueden servir?” Don Antonio al verse al cansado por estos seres irreales y tenebrosos, se atrevió a abrirlas, y vaya sorpresa: “Esas arcaicas puertas eran para subir al cielo” Argus Magust.