Abrió los ojos y se encontró con los primeros rayos del sol que saludaban su cabello como cada mañana; no sabía porqué, pero siempre disfrutaba cada amanecer.

Ella recordaba un sentimiento profundo que le hacía ver las cosas sencillas de la vida de forma diferente, con más brillo, tal vez... con más ganas de vivir.

Siempre hubo una palabra de cariño en sus labios, constantemente una luz plena de amor en su mirada, invariablemente un gesto de indulgencia y de perdón en su sonrisa.

Por la ventana entraba tímidamente el sonido suave de la brisa fresca y las cortinas se mecían lentamente, como danzando al compás de un vals lleno de sentimientos románticos que llenaban el corazón plenamente.

Levantó su cuerpo un poco y, al levantar las sábanas, sintió cómo la brisa acariciaba su piel, suave, tierno y cálido a la vez. Cada día era igual y, sin embargo, lo disfrutaba por entero.

Un beso en la frente y otro más en los labios terminaron de despertarla completamente.

Una voz enamorada acarició una vez más sus sentidos... a su corazón y, como cada amanecer, cada otoño y cada invierno lo hacía desde cincuenta años atrás dijo:

-“ ¡ Buenos Días, Querida ¡... te amo y te deseo un Feliz Aniversario”-