Todo estaba listo para la cena. John esperaba ansioso a todos sus invitados. Hacía muchísimo tiempo que no se reunían todos, y aquella noche en que la Luna brillaba en todo su esplendor sobre el firmamento era la noche perfecta para hacerlo. De este modo, se había puesto manos a la obra y había llamado a todos y cada uno de ellos. Y todos habían confirmado su presencia. Sin duda iba a ser una de esas noches inolvidables.
John echo un rápido vistazo a la mesa. La organización era impecable, y todo estaba perfectamente preparado. El vino reposaba apaciblemente en una preciosa cubitera de plata, esperando el momento de ser abierto, la tenue y frágil luz de las velas iluminaba el ambiente confiriéndole un tono calido y acogedor. “Todo está inmejorable”pensó
En ese momento, el timbre de la puerta sonó. John se dirigió rápidamente hacia ella y la abrió. Al otro lado se encontraba aquel chico alto, delgado, de cara pálida y barba a medio afeitar. “Buenas noches John, Bienvenido” exclamo John. “Gracias John, como faltar a una cita como esta”. Era el John hiperactivo, que demostrando una vez más su carácter, había llegado a la fiesta con quince minutos de adelanto.
John le sirvió una copa y charlaron brevemente sobre tiempos pasados y mejores. Sobre aquellos años en los que él le había ayudado a afrontar tantas y tantas actividades con una frenética energía. Rieron durante un buen rato al recordar aquellas viejas anécdotas, hasta que el sonido del timbre les interrumpió. John abrió la puerta y se encontró al otro lado al John entusiasta, que en seguida se abalanzó sobre el en un calido abrazo, agradeciéndole varias veces que le hubiera invitado a semejante fiesta y repitiéndole una y otra vez lo grandiosa que le parecía la idea que había tenido. Junto a él estaba el John tímido. “Lo encontré en el portal, delante del video portero. No se atrevía a picar” dijo el John entusiasta. Tras varios minutos de insistencia, John convenció al John tímido para que entrara y se tomara una copa con el resto.
No tardó demasiado en volver a sonar el timbre de la puerta. Esta vez John el Artista entró.Oculto tras una larga barba, pelo largo y un sombrero que le proporcionaba una imagen muy bohemia, venía cargado con su inseparable guitarra y varias carpetas llenas de papeles garabateados. “tengo que enseñarte mis últimas canciones, y mis últimos poemas. Ah! Y estoy escribiendo un libro que…” John lo escuchó atentamente mientras lo acompañaba a la salita donde el resto de los invitados debatían alegremente.
Al poco tiempo el timbre sonó marcando una especie de código secreto con su molesto pitido. “Aquí está John el Maniático” pensó John. Abrió la puerta y efectivamente, allí estaba. Impolutamente vestido en un traje en el que sería imposible vislumbrar una sola mancha, llevaba un pañuelo de papel en la mano que sin duda había utilizado para coger todos los pomos de las diferentes puertas que había encontrado en su camino. Al poco de atravesar la puerta, encendió y apagó la luz del recibidor cinco veces antes de seguir a John en dirección a la salita sin rozar en ningún momento nada ni a nadie.
Más tarde unos fuertes golpes en la puerta advirtieron a John de la presencia del John Gruñón. “Maldita sea! No había un día mejor para organizar esto? Vengo por hacerte un favor, que conste! Espero que al menos hayas traído un buen vino!” John sonrió, consciente del carácter de su viejo amigo, y lo acompaño a la sala.
Y así poco a poco fueron llegando todos los invitados: El John Líder, el John sentimental, El John cómico, El John cínico, el Soñador… Todos se reunieron alrededor de la misma mesa y celebraron alegremente su reencuentro. El John patoso derramo una botella de vino sobre la mesa, lo que levantó las iras del John gruñón, mientras que el John maniático mojaba sus dedos en el vino y lo lanzaba por encima de su hombro izquierdo. El John tímido, después de haber bebido demasiado intentó proponer un brindis, pero enseguida se enrojeció y acabó por sentarse mientras el John Carismático ocupaba su lugar. Después de la cena el John Artista interpretó algunas de sus canciones, fervientemente aplaudido y halagado, especialmente por el John entusiasta. El John pesimista, uno de los últimos que había llegado, aseguró que lamentablemente nunca podría hacerse rico con la música, y lamentó que seguramente, para la siguiente reunión alguno de los presentes no estaría. Esto molestó bastante al John hipocondríaco, que enseguida empezó a ponerse rojo pensando que tenía algún tipo de enfermedad crónica degenerativa contraída a través de la cena. Todos se rieron y todos disfrutaron de una velada exquisita.
Y ya al final de la noche, nuestro querido anfitrión John hizo un brindis. Alzo su copa al aire y con voz temblorosa dijo:
“Chicos, se que es demasiado el tiempo que pasamos sin encontrarnos. Nos encontramos muy puntualmente, y normalmente no más de dos de nosotros. Además, las pocas veces que esto ocurre, suele ser para discutir, ya que tenemos unas personalidades tan claramente distintas…No obstante, quiero levantar mi copa por todos vosotros, mis mejores amigos, mis más fieles compañeros. Siempre habéis estado a mi lado, en los buenos momentos y también en los malos. Y espero que siempre pueda contar con vosotros. Gracias por ser como sois a cada uno de vosotros. Salud!”
Todos rompieron a aplaudir emocionados, dándose la mano y abrazándose los unos a los otros. Puede que todos fueran diferentes, pero se querían, y eso era lo que importaba.
En ese momento, una nube cubrió la luna llena. John dejó de mirar fijamente el vaso y se encontró en el salón de su casa, totalmente solo. ¿Totalmente solo? John sonrió, levanto su copa y se dijo a si mismo: “salud”
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