Jamás he sentido el roce de tus manos, que, cual mariposas a pocas horas de estrenar sus alas, tremulamente, se posen sobre mi piel, que en un grito de silencios guardados, de temblores ocultos a través del tiempo inexorable, le hablarán a tus dedos deseosos, del frio de las horas solitarias, de la espera, y el silencio en la piel.
Y brotarán lágrimas de emoción contenidas, al saber que en un sueño casi imposible, se congelará el tiempo en los cristales de burbujas herméticas, atesorando secretos solo nuestros, que frágiles en el espacio de horas detenidas, atrapados en nuestros cuerpos fundidos y guardados en nuestros recuerdos, sabrán de los temores ocultos tras un velo de valores eternos, de principios que niegan nuestras dos realidades, tan distintas, que el presente se niega a reunir.
Ven hasta mí en nocturno vuelo y acurrucadamente en un silencio repleto de miradas, acércate a mis labios que claman por tu miel. El néctar derramado que endulzará mi sueño, te llevarás contigo al volar en medio de la noche cuajada de estrellas luminosas, sólo observado por la luna, como cómplice muda del amor.
Y al romper el alba, inundada de trinar de aves tempranas, desplazándose mecidas por la fresca brisa matutina, vagarás en mis sueños de ternura y pasión, revoloteando como una sonrisa que quedó posada en mis labios, abrazada a la almohada aún tibia de ti.
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