No sé que me sucede con tu voz.
Mas bien dicho, si sé lo que me pasa.
Quizás por estar a más de 140 km. de ti, y aún sin conocerte, el sonido de tu voz aquí en mi oído, cuando nos encontramos a través del teléfono, sea lo más cercano a la realidad, de casi sentir los latidos de tu corazón acelerado, al acercar tu pecho junto al mío en un íntimo abrazo, que espera desde tiempos medievales. Desde aquellos castillos de los cuentos, con almenas y puentes levadizos; desde los sueños mágicos de encontrar un unicornio azul, deslizándose ágilmente en medio del bosque encantado, y entre el ramaje de los pinos, ver filtrarse un abanico dorado, de brillos de luciérnagas dormidas, de rayitos de sol recién nacidos. Ese día tan esperado, que solo para nosotros se encuentra a la vuelta de la esquina de cada amanecer, irá acortando los segundo de la espera.
Nuestro primer encuentro. Tal vez toda una vida. Mezcla de sentimientos, que por estar tan nerviosos los dos, trataremos de ocultarnos. O quizás, mirarnos a los ojos, sea el comienzo de la travesía de una brillante estrella fugaz, recorriendo lentamente el firmamento, en un instante del tiempo que tomaremos entre nuestras manos y depositaremos dentro de la burbuja que inventamos un día, hace tantas primaveras, cuando nos reconocimos de otras vidas, y que ha sido ante la ausencia nuestro mágico refugio.
Detendremos el reloj una vez más, y la arena permanecerá suspendida durante cientos de caricias, entrelazada en mil abrazos y dentro de todas las miradas de nuestros ojos inmortales, que en un pertenecernos de por vida, y para saciar el hambre que envuelve nuestras almas, nos iremos de picnic, recostando nuestros deseos sobre un verde mantel tejido por la aurora, con hierbas perfumadas.
Escribe un poema de amor sobre mi piel, con la ternura de tus manos.
Hazme un tatuaje junto al corazón, con el verde color de tu mirar.
Y recorre por completo mis rincones con los besos más ardientes de tus labios, hasta que tus alas me abracen lentamente y todos nuestros sentidos nos guíen como antorchas doradas a través de los senderos de nuestros cuerpos trémulos, e inundados de un sentimiento nuevo que solo tu y yo hemos inventado, hasta alcanzar las estrellas en un alado vuelo, repleto de deseos.
Beberemos de la fuente hasta quedar satisfechos, y en un grito de pasión que remecerá al bosque por completo, volarán todas las aves de colores, mientras la somnolencia después del amor se apodera lentamente de nosotros.