Eran mis rosas –decía Omongus frente a su rosal donde montones de curiosos se agolpaban- eran mías, acaso dios por que me las a quitado ¿en verdad fue el?, si no fue el ¿quien demonios abra sido? ¿Quizás la muerte? ¿O de pronto no abra sido el egoísta jardinero? –se pregunto agitado y triste. ¡Yo vivía de ellas¡ eran lo único que me quedaba… sollozo bajo y dos lagrimas descendieron su rostro; No, quizás es un mal sueño… talvez ¿no será que estoy soñando despierto? Puede ser, existe la esperanza ¿no es así…? Pregunto a su alrededor esperando respuesta, pero nadie abrió su boca para contestar, algunos murmuraron algo entre dientes secretamente e intentaron irse, Omongus se seco sus lagrimas y levanto su rostro arqueando sus hirsutas cejas. -Pobre Omongus- escucho tras el con ternura y enseguida voltio su rostro hacía la voz escuchada y se enfrento a una simpática niñita de aproximadamente cuatro escasos años que le sonrió melancólica e infantilmente.
Ayúdenme grito aireado el papanatas, -ayúdenme a atrapar al que hizo esta vil obra, ayudadme tu…señalando a un hombre enjutado que enseguida se retiro. ¡O tu mujer…! pero ella también se retiro y Omongus el papanatas no pudo evitar que mas lagrimas recorrieran su morena piel grasosa y cicatrizada de acne y viruela; ¡Maldición! ¿Acaso yo que he hecho? O señor dios ¿eres tu el que me envía este cruel castigo?... y siguió llorando arrodillado en su desvastado jardín frente a una turba morbosa de curiosos que lo auscultaban inexorablemente. Después de tanta tristeza vino la noche.
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Omongus, Omongus, ya es hora de que te levantes, el sol alumbra en lo alto y tienes que ir a trabajar en el huerto de mi padre, no eres más que un imbecil perezoso ¡un maldito haragán! Ja. Este era el preludio que juiciosamente recibía estoicamente, era la voz de su horrible esposa. Omongus la había conocido a ella en la región boscosa del oriente de Alemania, en tiempos de guerra de los hombresperro contra los hombres horribles que salvaron a otros horribles hombres que iban a matar en esta también horrible guerra: a los dueños de la banca.
Telma era ella, era gorda con grandes lentes de color azuloso y marco negro, -Mi conejito saltarrrín - le llamaba ella que siempre pronunciaba las erres con demasiada fuerza y luego le abrazaba poderosamente entre su abrazo de oso de brazos pesados y le masajeaba la calva hasta dejarle esta roja, brillante y casi sangrando ¿Qué te pasa mi conejito saltarrrín?
Ese día Omongus se levanto desganado y todavía con el tatuaje de las lágrimas lloradas el día anterior y recordó que nunca había sido así de pobre, Antes cuando era un ejemplar ciudadano de la parte renana de Alemania el dinero le sobraba hasta el punto que se entretenía regalando billetes de a libra esterlina a los vagos y a los niños sin casa por la ventana del patio, y también recordaba que había sido la curia la que le había despojado de todo cuanto su padre le había de herencia el día en que se disponía a dejar este mundo.
-Querido Omongus, se que aún no eres tu lo bastante grande, pero aún así se que eres un niño hermoso, y a pesar que tu mala madre nos halla abandonado vas tu a vivir bien, te dejo a ti esta enorme casona y una valiosa cabaña a sur del rió sena en Paris, además de una suculenta cuenta en la banca en la ciudad polaca de Vilna… recordaba esto Omongus y recordaba que su padre los había dicho entre pausas y largos silencios seguidos de pequeños comas… hijo mió, no hay remedio mas triste para la vida que creerla ¡como no es! Luego de esto sollozo y lloro hasta que el alma suya voló sobre el tejado de la vieja mansión o por lo menos eso fue lo que vio Omongus.
Omongus, maldición, despierta ya, maldito truhán, haragán… solo piensas en dormir y es tal tu arrogante pereza que te duermes con los ojos cerrados.
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Omogus no hizo caso a Telma hasta cuando ella se le acerco y le mando con enormes fuerza una cachetada que le hizo trastabillar la cabeza, y el enseguida sin decir la menor palabra se dirigió a la regadera donde desnudo su antiestético cuerpo y se disponía a duchar pero sólo siguió recordando su pasado, parado frente al inodoro que indiferente seguía existiendo. –Omongus hijo recuerda bien esto, el mundo no es tuyo las cosas pasan y no las puedes controlar ¡hay un destino para ti! Todo lo que te pase acéptalo tal y como venga, pues esa la es la verdad de tu vida: primero que nada hay un dios, segundo que nada yo y el cura tenemos la razón en todo y nunca oses desafiarnos en nada por que yo soy tu padre y el cura será el único que te llevara a dios, y por ultimo siempre cree en tu mujer por que si no te pasara lo que ha mi me a pasado en esta vida...
Luego de dicho eso el señor Omongus padre se desmayo.
Omongus… Omongus… despierta, acaso ¿porque yo me tuve que casar con un ser tan idiota? –Se pregunta pasmada Telma- el pobre de Omongus se había resbalado y roto dos vértebras del cuello y sangraba copiosamente por la cabeza, donde en antaño una enorme cabellera crecía y donde hoy solo había una corta filigrana dorada y una espesa mancha de pecas.
Ay! Ayayay chillo Omongus,
¡Ay! Ayayay es mi triste dolor, dijo Omongus; El no tenia la culpa de ser el ¡rey de los papanatas!.
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