Laura lo vio alejarse, esa fue la última vez que lo vio por esos rumbos pero ella no sabía que así sucedería. Dante iba entonces rumbo a su casa, durante el camino el lloró, desahogo la tristeza que le provocaba el haber decidido jamás volver a casa de Laura, ni siquiera llamarla ni escribirle. Fue esa dura decisión, para ellos dos lo peor que les pudo haber pasado, por lo menos en sus vidas amorosas. Ahora la pura continuidad de sus vidas los lleva haciendo cosas que casi no disfrutan. - Hola. Laura. - Hola, ¿cómo sabes que me llamo Laura? - Tus amigas me dijeron, también me dijeron que eres bonita pero yo digo que eres más. Entonces ella soltó una carcajada burlona hacia él. - No te burles, lo digo en serio. - ¿sí? Yo también me rio en serio. - Bueno, luego hablamos. - Carece de chispa... ¡No mames! Si tiene chispa. ¿cómo se llama? - Cálmate, güey, no te la vas a poder llevar a tu casa. - No seas pendejo, si está chida, además no me la quiero coger, si me gustó pero no para eso. - ¿Sí, güey? - Ya ni te voy a contar nada, pinche mal amigo, ábrete. - No le vas a hablar, eres bien puto. - Ya verás. Después de esa tarde Dante quedó aplastado por el irónico sarcasmo que Laura le presentó. Eso no quedó ahí. Al día siguiente Dante regresó con la misma actitud y está vez Laura quedó impresionada, nadie antes había regresado así como lo hizo Dante, después de ser humillado de esa forma tan linda y peculiar, particular de Laura. - ¿Entonces qué, vas a salir conmigo? – Me gusta tu actitud, pero eso luego lo platicaremos. - Eso lo interpretaré como que si quieres salir conmigo solo que en otra ocasión. - Eres un tipo listo. - Claro, veme aquí de nuevo, pero no creas que te voy a rogar para siempre, eso esta bien advertido. - Como si fuera a enamorarme de ti, ¡qué miedo! - Ya verás. - Ya veré. Un silencio abrumador y ensordecedor les lleno los oidos, por momentos se interrumpía con el ladrido de un perro. La cercanía de sus labios era infinita y cada vez se estrechaba más. Al fin, un beso que los enlazó para siempre. Nada podría separarlos jamás entonces, sólo ellos dos tenían esa capacidad. - Es que no dice nada, le pregunto si me quiere y deja de hablar. No se porque lo hace, siempre está hablando y a la mera hora se calla. - Ya ábrela, no tiene caso seguir así. - Chale, es que si la quiero y un buen. - No ya no le hagas caso. Una vez más, el silencio era abrumador, esta vez no fue un beso lo que se creó. Se crearon palabras de amor, salidas del alma y boca de Dante. No salieron de la boca de Laura, pero sí, salieron de su alma. Era la última esperanza, el último adiós. Ella tenía en mente decir esas palabras al día siguiente y siguió firme en su decisión. Dante no pudo con la espera, era demasiada presión. Lo único que le quedaba por decir lo había dicho, sólo agregó: - Mañana nos vemos. La emoción que tenía Laura por expresar su amor a Dante era enorme, era exigente de Dante también. Dante dejo de mandar el mensaje con algún texto cursi, ese que mandaba diariamente al celular de Laura. Desde entonces, como a las 8 de la mañana, esa emoción se convirtió en miedo. A cada hora que pasaba, Laura temía más aún de haber cometido un error, un crimen, haber dejado ir a Dante sin decirle “te amo”. Era una función exponencial de miedo con respecto al tiempo. Dante ya había tomado su decisión. Incluso dejo de pasar por donde Laura solía estar en su tiempo libre en la escuela. Ausencia, ausencia de un ser amado. Algo que sin duda puede hacer crecer el sufrimiento en poco tiempo. Así le sucedía a Laura, también a Dante. El miedo que les invadió fue tanto que no fueron capaces de verse una vez más directamente a los ojos, ni decirse un “hola”. Todo se convirtió en trámites para encontrar un nuevo amor, uno que si se exprese, que no les de miedo, sin embargo eso no ha sucedido.