Entre caracolas, barcos inertes, un tibio horizonte y el ocaso me siento a escribirte en la arena, se muy bien que dentro de unas horas subirá la marea y estas palabras se perderán en el vaivén inquieto de las olas como alguna vez me perdí en tus ojos, por eso no me importa, porque escribirte es una forma de no morir, es una forma de perpetuarme en tu memoria, de sentir mi corazón vehemente, un poco más vivo, un poco más impetuoso y fortificado.
Sin embargo, esta tarde al escribir, no te diré que te amo, porque ya lo sabes, me he gastado los días intentando regalarte un puñado de estrellas, una suave melodía, una flor sin tiempo, un corazón ardiente, un trocito de luna para iluminar tus noches, por eso hoy tan solo quiero arrullarte con frases cargadas de ternura, de inmensa pasión.
No te sorprendas si al llegar la noche escuchas al viento silbar en tu ventana y recuerdas mi nombre, no te entristezcas si escuchas el caer incesante de la lluvia sobre tu morada y recuerdas mi voz, no te angusties si alguna hojarasca traída del norte te susurra al pasar estas palabras, porque aunque no puedas oírme, aunque la distancia sea grande y la vida se agote tu y yo sabemos que hay cosas que no mueren.
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