De todas y cada una de las mujeres que conocí obtuve algo que jamás podré devolver, y me refiero a su tiempo.
Y fue aquella jovencita de la ciudad Balcarce que me enseñó demasiados trucos, a su manera, claro.
Vos entendés, me enseñaste a mentir, pero no a sobrevivir a tus mentiras.
Y estuvo también Gabriela, con su culo codiciado, ¿hey, dónde estaba tu alma, cerda? Y en esa fiesta, dos años después, te encontré embarazada y llena de sueños que no me incluían. Estabas ahí parada, con tu cuello largo y delicado y entonces, vi tu panza y comenzé a hundirme en mi martini. Pero poco tiempo despues supe que vos ya no estabas en los sueños de tu novio y sé, que ahora vivís sola en una casita de mierda
con tu hija, tenés el culo gordo y tu pelo dorado ahora solo es amarillo. Sabes? cuando me contaron que vos y tu hija
pasan hambre, realmente no senti nada, es más, creo que me gustó oirlo.
Y pienso en Mariana, y en aquella otra de la que no recuerdo más que su cuerpo tonto tendido en la cama, como una cruz de carne.
Y tengo muy presente también, a una muy alta que al querer apagar la Tv. en un hotel barato recibió una descarga eléctrica. Nada grave,
pero te asustaste mucho, ¿te acordás? Yo reía. Reía fuerte desde la cama. ¿Qué fue de todas ellas?
Mierda, sí, y aquella morocha de pelo muy lacio: Sabes? ya no sé tu nombre, pero recuedo que tenias mucho pelo ahi abajo y
te pedi que te depiles. Por momentos pensé que nos queríamos pero, que importa eso ahora.
Y sé que cometí errores, al igual que ustedes conmigo, o puede que solo nos hayamos conocido a destiempo o bien
tal vez solo se trate de probarnos unos a otros eternamente, buscando ese algo o alguien que nos salve de este gran chiste…
Y cuando pienso en ustedes y en mí, supongo que fui afortunado. En mi mente están muy presentes con sus cuerpos ahora descuidados y
sus vidas frustradas. Llevando el pelo mas corto y sin fuego en la mirada. Puedo ver incluso a la mas feminista de ustedes, puteando al quebrarse una uña, mientras lava los platos a las 11 pm, escuchando a lo lejos un marido subnormal que pide a gritos otra cerveza helada mientras se maravilla con un compilado de goles. Y es entonces cuando recuerdo, desde esta profunda soledad, cuánto sufrí después de
tantos lindos momentos con cada una de ustedes, y me regocijo hasta las lágrimas al saber que tuve, al menos, muchas de sus mejores
horas. Horas doradas que anhelarán durante el resto de sus mediocres vidas.
Pablo Kersz
www.kersz.com
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