Estoy entrando cada vez
más dentro de mí misma,
para salir con una gran
entrega a los demás,
me estoy fijando más y más
en las hojas de los árboles,
en el sonido del silencio,
en las nubes que en el cielo
pasean y se van.
En las maravillosas criaturas
de 8 patas y también de 6,
en sentir la tibieza
del sol sobre mi rostro,
en hacer crecer
cada día mi sonrisa,
en tocar cada vez más
a las personas y pensar,
que mi mano podría ser la de Jesús.
No me importa
no tomar el tren a tiempo,
si esos minutos los disfruto
escribiendo o leyendo.
Quiero sentir
más cerca a mis amigos,
y que ellos sientan,
sin saber,
que estoy allí.
Mis hijos,
la sonrisa de mi madre,
mis mascotas,
mis plantas,
mis momentos,
mis días y mis noches,
mis minutos que parecen segundos
y que alargo como horas
si me siento felíz.
Estas inspiraciones que llegan de lo alto,
el amor verdadero,
mi amor que es de otras vidas,
mi alma gemela
que eres tu,
mi sueño
que tal vez no cumpliré,
mi amigo preferido,
mi prima favorita,
mi escritora regalona,
mi tiempo detenido
en silencio,
mirando el techo de mi pieza,
una lágrima
saliendo de mis ojos,
mis mañanas
al llegar a la oficina,
la música,
los sonidos,
los colores,
los aromas,
la Naturaleza entera.
El olor al pasto
si está recién cortado,
a la tierra mojada,
a la hoja del tomate,
a ramitas de cilantro.
El aroma del cariño
dentro de mi hogar,
el aire fresco y puro
en un día de lluvia,
el sonido de sus gotas al caer,
el sururro relajante
al dormirme escuchándola,
un arcoiris,
las mariposas,
una estrella fugaz.
El rumor de las olas,
caminar sobre la arena,
la espuma sobre los pies,
un caballito de mar.
Acariciar la corteza de una encina,
la alegría de mis perros
al mover sus colas sin parar
cuando llego a mi hogar.
Sentir una caricia,
disfrutar de un buen beso,
vivir el amor,
darnos un gran abrazo.
Llorar una película romántica,
la sonrisa de mis hijos,
sus risas,
sus bromas tiernas,
sentir que ellos se quieren.
Estar aquí sentada
en una banca verde,
en la larga avenida
de esta ciudad,
escribiendo los momentos
más felices de mi vida,
mientras las hojas de las encinas
son mecidas por el viento.
Las campanas de la Iglesia
revolotean al aire
en un hermoso concierto.
Siete y media de la tarde
día claro,
y esta micro que aún no llega,
y el tren que se me fue
por estar escribiendo,
y nada, hermosa vida.
Ya son cerca de las ocho
no hay micros a San Fernando,
creo que me tendré que ir en metrotren.