Estoy aquí otra vez,
en el borde de la hoja.
Surcando con mi lapicero/falo
las horas perversas,
sedientas,
hambrientas de letras.
Estoy así:
manchado de lunas viejas,
cargado de frutas eternas.
Aleteando entre paredes,
entre claveles,
tus caireles
y tus
(mías)
piernas.
Mírame otra vez bailar
sobre cuerda floja.
Fornicando a la niña loca.
Poniendo un dedo en el ombligo
de este cielo petrificado.
Mira como el agua, el fuego
están de mi lado.
Ahora ves como me vacío.
Me vacío en el vacío.
Vacuo soy.
Tanto para nada.
Ahora mira como me sonrío.
Me sonrío en el vacío.
Son, Río soy.
Sonrío por nada.
No tardarán las voces
en penetrar a las miradas.
Pronto vendrá la noche y
con ella su bufanda sexual.
Repintando cicatrices.
Subrayando lo ya escrito en mi dolor.
Pronto será la banqueta eterna,
el paso elevado.
No tardará en aparecer
el asfalto mojado,
no por lluvia,
ni por lavado,
sino por lágrimas de poetas locos,
humedad de oníricos fluviales,
orines de meones lisérgicos,
secreciones de vampiros en látex reciclado,
sangre de putas etéreas menstruando,
semen de radicales onanistas.
La calle empapada de flujos vaginales.
Otra vez el diálogo incansable
con estrellas que cuelgan lácteas
de un difuso techo improvisado.
Sentarse un momento.
Sentir el sudor del suelo.
Palpar la tierra con mi lengua.
Eyacular sobre tierra negra fresca y
que germine un cuento.
Otra vez
formando estalactitas
en mi boca
para luego dispararlas sobre
viejas rocas.
Sólo queda esperar a la madrugada,
que traiga una musa con las piernas abiertas:
metáfora mojada,
lubricante poesía,
catarsis/flujo derretida.
Otra vez será
pues:
dejarse caer,
salir para abajo,
entrar para arriba,
soñar con los ojos abiertos,
dormir con mis manos cerradas.
Hablar con mi boca suicida.
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