Despierto con ganas y traspaso por todo el cuerpo la vitalidad, el sumo nacimiento, la sangre, ese gusto cremoso a frutilla entierrada o rasmillada de arenillas.
O como ese fuego que se expandía en todo el universo. Esas flamas que envolvian el espacio, lo quemaban, lo dejaban calóricamente sensual y puro.

Levanto mi horizontalidad y aparecen dones.

Todos moviendose.

Recargo suave extremo, natural efusivo, fértil, sagrado y compuesto,
recompuesto por el tacto, la conjunción desarrollada al azar (no olvidar que las sensaciones y la sincronía existe, aquí y ahora).

Sobrepasé barandas,
muros de contención,
neumáticos humeantes,
despilfarro de uniformes,
satíricos grupos juveniles,
incompuesta fuerza pública,
más infinitos personajes de la urbe y recreaciones del tiempo inconciente, más rápido.

¿Saber hacer lo correcto?
¿Andar iluminado por la calle, interfiriendo en masas, marchando en pantomima?

Del punto comenzado a punto de hipnotizarse con la idea, se desenreda y actúa limpia y blanca y de colores arcoiris, torbellinos, estrellas y la noche,
la danza brillaste tú.
Brillo y opaco al mimetismo santo del mar con el cielo,
unidos umbilical abierto conectado,
horizonte en duplicada imagen,
rojizo panorama tricolor nuboso, despejandose de a poco, recargado y vacio, o al revés.
Saliendo del cascarón en actos extraños maravillosos.

Música, danza y música, derrame humano, despilfarro somnoliento al interior, en balcón, en encuentro y en llovizna madrugada no olvido.