No sé ni por qué escribo todo esto si de nada sirve ya, pero de lo que estoy cierto y seguro es de que me sirve para no tragarme solo este oscuro sentimiento, sólo para eso me sirve (creo), para no ahogarme, para no atragantarme de soledad, para no hartarme de extrañarte y para evadir el miedo a el deseo de estar a tu lado, a la dolorosa falta de tu compañía, aunque nunca estuvieras en casa, conmigo.
Pero si como dices tú, las cosas pasan por algo, tal vez es que sea hora de madurar, porque siempre me decías que era un niño, tiempo de emprender la huida al mundo sin ti, sin la certeza de que estas bien, sin el consuelo de saber que ante mi llanto habrá una palabra tuya de aliento mío, acaso es el tiempo de trabajar mis propios sueños solo, sin los tuyos, y proponerme al fin y al cabo cosas para mí, pequeñas o grandes metas cumplimentadas ya, tan tarde como otro día. Y donde estés hoy, sabrás que hiciste bien en dejarme ahora, después de tanto y tan poco, después aún de tanta risa y desconsuelo, después de tanto amor del tuyo, de tanto silencio del mío, y después de tantas y tantas cosas que aprendimos, que me enseñaste tras los tiempos difíciles pero prometedores, en que y donde pasamos el tiempo juntos aun sin estar conmigo, ni en mi cama nunca tú.
Porque con todo y eso eres, fuiste y serás la mujer de mi vida, mi amada, mi reina y princesa porque sólo a ti te amé, mi consejera y buena amiga, mi grosera y dulce regañona bruja del cuento, de mi ahora y ya siempre cuento sin final feliz, y eso bien lo sabes desde siempre, porque tu también lo hiciste conmigo aunque no fui yo el primero, pero de todos el muy feliz, el muy completamente y por siempre tuyo.
Entiendo ahora de que me sirve por fin escribirte todo esto, espero para que pase diáfano el dolor de la orfandad irremediable, la más solitaria de las soledades, porque partiendo tu, muere mi origen y mi parte más inicial, mi motivo al diario levantarme, mi figura y faro, mi forma ideal, que trayéndome y guiándome al y por el mundo, me enseñó las alegrías del mundo mil, y ahora me dirige a la tristeza más grande, la de perderte a ti, mi muy querida madre. Sabes que te amo. Adiós.
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