Cantándole a la vida
Domingo y diez de la noche.
Mañana una micro lo espera.
El rasgueo y punteo invaden su hogar,
Su pieza,
Y transforma el ambiente lúgubre
En un paraíso puro,
Cálido y libre de penurias;
Aunque estas nunca lo dejan en paz,
Siempre saltan al abordaje en las noches de soledad.
Víctor Jara le sonríe desde el muro,
Y mañana la calle lo espera.
Canturreadas, recitadas, gritadas y lloradas.
Cuecas o boleros,
Balcecitos o milongas,
Andinos o tangos.
Mañana quizás llueva,
Y una micro lo espera,
Pero no importa que el cielo se derrita,
El hambre busca su alma,
De todas formas hay que parar la olla,
Sus penas se fugan en notas.
Si hay sol, sentado en la solera.
Si llueve, una lona comercial es suficiente.
Con su amigo, el tarro triste,
Siempre boquiabierto, suplicante de generosidad.
Mañana la calle lo espera,
Para que sus sones y poesías,
Se entreguen a la tortura
De ser limosneras.
Tarde un bar, una schopería o sucucho,
Canturreando a los ebrios de siempre,
Los que nunca se aburren de la música, ni de la sed.
El tarro y la su gorda preciosa,
La que le da de comer.
Regateando chauchas por arte,
Cantándole a la vida,
Cambio por sueños perdidos,
Llorándole con rimas,
Molido por recuerdos de siempre.
Una linda canción que les aminore el viaje,
Les desagobie el caminar,
O les anime la borrachera.
Las manos resecas y temblorosas,
De pena y pasión,
Preparando repertorios preferidos.
Hoy no hay comida,
quizás mañana lo halla.
Una micro lo espera,
y la calle también,
para que acaricie a la diosa más bella,
que lo ama y lo besa en notas fugaces,
y que de vez en cuando le da de comer.
|