Santiago y El Abuelo.
Era una tarde soleada de verano, las hojas de los árboles apenas se movían al compás del viento, se había hecho tarde y ya era la hora de comer.
Mi marido regresaba del supermercado y mientras bajaba algunas bolsas del auto dejo dos cajas de pizza sobre una banca que se encuentra afuera de la entrada de la casa.
- Yo soy fuerte como el Abuelo - Escuche decir a mi pequeño hijo de 4 años, mientras levantaba con sus dos manitas las cajas de pizza.
En su inocente fantasía ha hecho del Abuelo un súper héroe y cada vez que lo ve le dice
- ¿Verdad Abuelo que tú eres Batman, usas tu disfraz y te pones tus botas y tu capa? ¡Tienes tu batimovil y vences al Dos caras!.
El Abuelo goza y juega con Santiago alimentando su fantasia.
Toda la semana Santiago espera impaciente a que llegue el domingo y así poder escuchar las historias del Abuelo y sentado sobre sus piernas con los ojos bien abiertos, escucha muy atento.
- Cuéntame Abuelo cuando le ganaste al Doscaras, la historia de cuando peleaste con El Pingüino, ¡tu venciste al Acertijo! ¿Verdad Abuelo?.
Juntos sueñan y viajan a través de la fantasía y la ilusión, y por un momento el Abuelo consigue olvidar esa arteria tapada que le ocasiona tanto mal, que por momentos lo hace desvariar y que urge que le operen, su enfermedad lo empieza a limitar, le prohibieron manejar y por supuesto fumar, además de no poder hacer esfuerzos ni comer ciertos alimentos.
Cuando Santiago se va y el Abuelo se queda por un momento en soledad, piensa y le angustia su realidad.
- ¿Si me opero, después que va a pasar?
- ¿Cómo le voy a quitar a Santiago la ilusión?, ¿Cómo decirle que no soy el héroe que tanto soñó?.
Santiago admira y ama a su Abuelo, se identifica con él, y aunque no es un héroe para Santiago lo es, lo es por lo que es y no por lo que el niño se imagina que es.
Santiago lo ama así con sus canas y su vejez.
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