Nara nació al tiempo en que un transbordador espacial estallaba en el aire, comenzando así la desventura aparente de entrar en la familia Ibáñez. Vino al mundo entre ratones, serpientes y murciélagos porque su madre, Angelic, olvidó hacer predicciones y establecer la fecha exacta del acontecimiento, siendo sorprendida mientras evocaba recuerdos en la antigua y abandonada casa de su marido. En esos tiempos, Angelic estaba sola, no hablaba con Alicia, la abuela de Nara, porque ésta se sentía engañada: nadie le dijo sobre el casamiento de su hija y, cuando empezó a lanzar al mundo a su enorme descendencia, ella fue la última en enterarse.
Nara fue un bebé pequeño y razonable, casi no lloraba, tal vez porque desde los tiempos de su infancia se acostumbró a ocultar sus sentimientos para demostrar indiferencia ante todos. Cuando su abuela la conoció, la vio tan simpática, morena, esquiva y de ojos verdes, igual a ella, que no pudo continuar con su teoría del rencor, decidiendo acercarse a esa nueva familia. No le agradaba que, además de ser un matrimonio temprano, fuera entre primos. Así es, Alan Ibáñez y Angelic Ibáñez eran hijos de dos pares de hermanos: Alicia Ryan y Felipe Ibáñez y Fernanda Ryan y Alan Ibáñez. Todos sus descendientes fueron sanos, por lo menos en lo físico, porque mentalmente, cada cual sacó sus propios desvaríos. Nara era la segunda hija de un club de seis, siendo varón sólo el último, Miguel.
Mientras el común de los niños vagaba por el mundo sin poder leer más que mamá, Nara leía libros de mil páginas y lograba recordar los acontecimientos importantes. Fue en esos años cuando comenzó su incertidumbre: todos en la casa tenían un don, una gracia especial. La excepción era ella. Catalina, la mayor, siempre supo de magia, Heria cantaba mejor que algunas profesionales, Iria era la copia en vida de su madre, Cloe podía dibujar y acercarse con ello tanto a la realidad, que muchos dudaron de la naturalidad de sus aptitudes. Miguel, por ser el único hombre de la familia, tenía su lugar asegurado: nadie querría ser como él. Nara no hacía nada, sólo leía. Se desplazaba por el mundo con faldas de gitana y pañuelos hippies, desafiando las tendencias de la moda y el buen vestir impuestas por su madre. No destacaba y, en ocasiones, podía mantenerse sin hablar, confundiéndose con los muebles y las paredes de la casa. Su personalidad era casi desconocida, carecía de amigas y, como todo ser humano necesita un entorno que le sea favorable, ella buscó a su abuela. Parecían inseparables, y después de tantos problemas y defectos, lo han conseguido por completo. Cuando Nara le contó sobre sus preocupaciones y sentimientos de inferioridad, Alicia fue tajante. La agarró de una mano y la puso frente a un espejo demostrándole mil veces, que era una joven bella, que tenía unos ojos hermosos y que, de seguro, habría algo que sólo ella pudiera hacer.
Era una niña mujer, de diecisiete años, cuando comenzó a escribir y, de hecho, su abuela tuvo que ver en ello. Le pasó un cuaderno y un lápiz común, entre sonrisas y buenos comentarios.
- Tú has leído mucho- le dijo- Tu imaginación debe ser mejor que la mía.
Ella lo abrió y anotó: "Me llamo Joaquina y me estoy perdiendo en la vida…".Posteriormente, las frases empezaron a llover de sus manos y de sus labios. Nara no escribía sobre Joaquina; lo hacía sobre ella misma. Ya no necesitó inventar una historia ficticia, sólo copió la propia con unos cuantos ajustes. El personaje subía y bajaba en el cuento, nunca se precipitó por completo en la desgracia, pero si lo hizo en la soledad absoluta. Sin embargo, en vez de perderse en el peor de los olvidos, la muchacha del libro dejó de sentir pena por su vida, luchó por encontrar el amor y peleó tanto, que lo halló, al igual que la madre de la autora, en un primo. Dicho vuelco en la trama tenía sólo una explicación: Nara estaba enamorada. Gracias a esto, decidió poner fin a la historia, y lo hizo con estas palabras: "…Joaquina huyó de su casa por la misma razón por la que hoy yo sigo en la mía, porque por fin, luego de nada, ambas tenemos a alguien con quien contar y con quien podemos matar la soledad, por un poco de tiempo.". El final parecía de los "y vivieron felices para siempre", pero en su vida las cosas no funcionaron. Su novio la abandonó y se fue, con una de sus mejores amigas, a un eterno viaje al sur, dejándola, para variar, sola.
Así nació "Del dolor también se vive", el espejo de sus sentimientos y de su sed de venganza. En esas páginas volcó las diez formas que se le ocurrieron para hacerle daño al hombre que la dejó, separándolas en cuentos diferentes basados en uno sólo como punto gatillante. Pensó destruir esas hojas, las consideró ridículas, pero nuevamente, su abuela se le puso por delante, le quitó el cuaderno y, tras leerlo, opinó que era la mayor cantidad de odio puesto en papel que había visto, sugiriendo inmediatamente la posibilidad de editarlo a las librerías.
- ¿A quién le podría interesar esa estupidez?- preguntó Nara.
- A muchas personas. Con mis influencias y tus palabras, todo se puede.
Dos meses más tarde, al cumplir dieciocho años, Nara nació a la vida adulta y apareció en el mundo literario. Su libro, el que promocionó por cielo, tierra y montaña, se convirtió en el comentario obligado de las jóvenes que, aburridas de leer lo que en el colegio les imponían, caían en las novelas románticas pero despechadas. "Ya no puedo llorarte, porque quien más daño ha hecho, ahora, luego de tu traición, he sido yo. Ya no volverás a reírte de nadie porque de ti, ya todos se han burlado. Te digo adiós por fin, cerrando con mis palabras, la cadena de dolor que tu mismo comenzaste.". Esas fueron las palabras con las que el libro terminó y con las que ella volvió a reír. Los críticos, que habitualmente destrozaban a cualquier nuevo escritor que se hiciera parte del mundillo nacional, se limitaron a señalar que la obra, pese a la poca experiencia de la autora, era el auténtico manual de la venganza. La novela tuvo un éxito impensado, se vendió como los libros extranjeros, sin conseguir que a Nara esto le importara en lo más mínimo. Tiempo después se editó "Joaquina", su segundo pero primer libro, consiguiendo logros similares a los del anterior, convirtiéndola, finalmente, en una persona famosa.
- Soy escritora gracias a ti, abuela.- le contó a Alicia.
- No. Lo eres gracias a ti.
Nara se atrevió, con el apoyo incondicional de su abuela y de su propia alma, a cumplir sus sueños y llegar hasta donde jamás se propuso, porque el destino la arrastró y la levantó, jugó con ella y la dejó flotando entre nosotros, entre todos. Sus palabras dieron esperanzas a muchas personas, a otras hicieron surgir ideas. Su estilo sencillo, romántico y clásico, pintó en la literatura chilena a la mujer contemporánea y a sus desafíos, pero también a los hombres banales y a los ideales, alcanzando el equilibrio perfecto. Ya no se siente sola, tampoco inútil, no se ve por debajo de sus hermanas…ahora ella es única, como todos. Se dedica a robar historias, a vivir la vida de todas las formas que se le presenta, a escribirla, contarla y transformarla en ficción, en parte de su mundo. Sé que está trabajando en una novela, me ha dicho que es de amor, pero con tanto idealismo, que podría ser un tratado de filosofía. Dijo que se trata de una joven escritora, hija de una familia extraordinaria en la que los deseos se han hecho realidad por generaciones, una mujer enamorada de un hombre común que, de no ser por compartir su afición por relatar cuentos de magia y paganismo, no se salvaría de la trivialidad. Yo escribo sobre los orígenes fracasados de una joven exitosa y ella lo hace sobre la historia que la une a mí. Son dos tramas distintas basadas en los mismos hechos, dos tergiversaciones de la realidad. No podré leer sus hojas hasta que todo esté terminado, es supersticiosa en ese sentido. Por mi parte, el libro comienza con un hombre que cuenta a su polola la vida de una mujer increíble: la que escucha. Ella apoya su cabeza sobre el pecho de él, mientras pone atención a cada palabra, mirando las estrellas. A su alrededor hay mujeres fuertes y artistas viéndola de reojo: son sus hermanas. La mayor suspira y recita un hechizo de amor eterno sin lograr terminarlo jamás, las hermanas del medio cantan y se alejan, y la menor los dibuja, nos dibuja sobre el pasto.
- ¿Cómo empieza el cuento?- pregunta ella, una vez más.
- Con una mujer.- le explico- Con una mujer de nombre Nara.
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