Una mujer me sucumbió, de prófuga rebeldía
En esta habitación me encerré liberado
una mujer me sucumbió, de prófuga rebeldía
asaltamos la ley de la moral, tabla helada
calientes miradas nos ataron a cadenas flotantes
ondulantes como vahos fantasmales, una y otra vez
como sabanas espectrales
Su valentía para secuestrarme, al terrible precio del
dolor,
la batalla contra los muros fríos, muertos ladrillos,
complejos empolvados, amasados a conveniencia
tradiciones negociables
Su rebeldía al patear el bloque, y saltar chillando dolorida
nadie se percata de tu heroico valor
y me secuestras, al terrible precio del
dolor
y el precio, tu misma lo pagas
pero no hay rescate
no quiero me liberes de esta habitación
líbrame valiente marinera, del papel entintado
y en abismos paradisíacos
nos consumimos incrustados, enceguecida resistencia
trincheras de poemas escritos en piel
y ellos
temerosos, envidiosos, deseosos
se mueren de espanto, al vernos salir del templo del secuestro
donde mi alma mutilada revive mi cuerpo
una y mil veces latigado por tu beso
y ellos
aterrados, confabulados, encolerizados al ver
como el paraíso vuelve a la tierra
como las ropas caen como hojas de otoños
otoños que no volverán, rota tradición
primavera – verano
otoño – invierno
sólo primavera
sólo edén
desnudez y manzanas dulces, virginidad eterna
serpiente pisoteada y muerta
rota tradición de manzanas envenenadas
Esta mujer me trajo el edén mismo
a este sucio rincón, al terrible precio del
dolor
de la lucha feroz
contra la muerte celosa
contra el muro frío, ladrillos duros
contra la tristeza
que levanta paredes muertas de complejos
tablas de piedra frías y muertas
pateando muros, espinas y garrotes
creando un edén al terrible pecio del
dolor,
edén eterno
costilla mía, rescatándome del secuestro
trayéndome la libertad a esta habitación bendita
divino edén
Fredes, Enero 2005
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