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Inicio / Cuenteros Locales / gusconi / El bondi es mi vida.

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Hola amigos. Yo soy el Cholo y quiero contarles algunos momentos de mi vida como colectivero de la línea 254. Ésos fueron mis mejores años. ¡Cuántas lindas aventuras viví en mi bondi!, aunque también tengo historias que no son tan agradables. Pero todos suma, y las anécdotas buenas y las malas hicieron de ésos unos ocho años inolvidables.


Un día yo estaba haciendo mi recorrido habitual, desde González Catán hasta Ezpeleta, cuando dos muchachos subieron a las diez cuadras de haber comenzado el viaje.
Lucho: Do’ de noventa.
Cholo: ¿Hasta dónde viajan? Es su deber cumplir con la ley, que indica que el viajante debe indicar al chofer su destino.
Lucho: No joda’ ma’, bondiman, y dame do’ de noventa o so’ boleta.
Cholo: Bueno, muchachos, no se pongan así. Yo quiero hacer las cosas por derecha para construir un país mejor.
Pollo: Dale, salame, no hagá’ enojar al Lucho porque se pudre todo.
Cholo: Bueno, inserten sus monedas, por favor. Y disfruten de su viaje.
Esos muchachos tenían algo raro, no sé por qué pero mucha confianza no me daban. Creo que su forma de vestir ya los delataba. Mi mamá siempre me dijo que me cuidara de la gente que usa camperas de cuero; y los dos tenían puestas camperas de cuero. El miedo me invadía.
Pasajero 1: Uno hasta Puente de la Libertad.
Cholo: Como no, señor. Introduzca sus monedas, por favor.
Pasajero 1: Gracias, chofer.
Cholo: De nada, señor. Deseo de todo corazón que disfrute su estadía en este colectivo, el colectivo del Cholo.
Pollo: Bondicero, apurate. No te da’ cuenta que ‘stamo’ apurado’. Dejá de hablar pavada’ y acelerá, gilún.
Cholo: Pero téngame un poco de paciencia, por favor. Yo sólo intento hacer un viaje ameno para todos.
Lucho: A meno’ que vo’ dejé’ de hacer boludece’ va a ser un lindo viaje, chabón.
(Un rato después)
Cholo: ¿Quién bajaba en la Plaza Alsina?
Pasajero 2: Yo.
Cholo: Bueno, señora. Ya llegamos. Usted se baja acá, camina una cuadra para la derecha y luego dobla a su izquierda veinte metros. Ahí va a encontrar la plaza que está buscando. Fíjese, por favor, qué lindo busto de Pepe Lapiña que hay.
Pollo: La piña te la va’ a comer si no apurá’ el bondi, vieja. No hablé’ má’ gilada’. A nadie le interesa que estatua hay en el parque.
Cholo: Disculpen, yo solamente quiero que pasemos una jornada agradable.
Lucho: Vo’ manejá que de alegrarno’ la vida no’ ocupamo’ nosotro’, inútil.
(Quince minutos más tarde)
Pollo: Sacá esa música de morfeta, che. Ese maricón de Lui’ Miguel e’ pa’ la’ mina’.
Cholo: Pero canta muy lindo y, además, es muy romántico. Yo conocí a mi señora bailando “Por debajo de la mesa”.
Lucho: Por debajo de la mesa va’ a aparecer si no poné’ un buen rock & roll, bufarra. Poné algo de Megadeth o te boleteamo’ acá nomá’, ‘cuchaste.
Yo temblaba como una hoja. ¿De dónde iba a sacar música de Megadeth? Yo no escucho eso. Y si no les daba el gusto me mataban. Algo se me tenía que ocurrir. No por nada tuve el promedio más alto en la primaria. La mayoría de mis ideas siempre fueron brillantes.
Cholo: Señores pasajeros, si no les molesta les voy a pedir unos cinco minutitos para ir al baño porque me siento un poquitito mal. Se ve que el guiso de lentejas que me hizo mi madre me dio descompostura. De esta forma podremos seguir nuestro placentero recorrido con mayor tranquilidad.
Pollo: ‘Stupido. No te alcanza con parar el bondi y quedarte die’ minuto’ en cada parada hablando y recomendando gilada’ ni con hacerme escuchar al trolo de Miguel sino que también ahora tenemo’ que bancarno’ tu diarrea. Cagate encima, loco, ‘toy apurado.
Cholo: Sepan comprender, por favor. Yo soy un ser humano como cualquiera de ustedes y tengo mis necesidades. En unos minutos estaré de vuelta y seguiremos rumbo a Ezpeleta.
Mi plan era grandioso; hacerme el enfermo para ir a comprar un cassette de Megadeth. Siempre fui muy ocurrente.
Cholo: Bueno, seguimos con el viaje.
Lucho: Dale, ignorante.
Cholo: Miren lo que encontré, muchachos, un cassette de Megadeth. Éste es el que más me gusta. ¡Qué grata sorpresa fue para mí encontrarlo en la guantera! ¡Aguante el metal!
Esos ruidos me estaban matando. Sentía como que el diablo me poseía. No tenía control sobre mí ni sobre mi querido colectivo. Pero todo sea por darle alegría a los pasajeros.
Y en medio de esa locura desenfrenada que invadía mi cabeza pasó lo que era casi inevitable, un taxi me encerró, lo choqué sin querer y después me llevé por delante un semáforo, provocando la ruptura de todo el frente del colectivo.
Taxista: ¿Qué hacés, nardo? Me rompiste el tacho. ¿Y ahora cómo laburo?
Cholo: Disculpe, señor taxista, pero usted me encerró. No pude evitar chocarlo.
Taxista: No pude evitar, nada. Ahora me pagás los días de trabajo que voy a perder.
Cholo: Lamentablemente no dispongo del dinero para satisfacerlo, señor. Pero lo que sí le puedo pagar es el arreglo del coche. Eso me reconfortaría y me sacaría un gran peso de encima. Aquí tiene setecientos cincuenta pesos. ¿Con esto alcanza?
Taxista: No, dame un poco más.
Cholo: Bueno, tome doscientos más. Usted lo debe mandar a un buen mecánico por lo caro que le cobran.
Taxista: No, yo soy mi mecánico. Lo arreglo en mi casa. Chau, nabo.
Cholo: Adiós, señor taxista. Y disculpe por las molestias ocasionadas.
Ahí llegaba el momento más difícil. Decirles a mis pasajeros que se suspendía el viaje por el choque. Era la primera vez que me pasaba. Fue muy duro para mí.
Cholo: Señores pasajeros. Lamento comunicarles que tendrán que esperar al siguiente colectivo porque este viaje terminó acá. Se rompió mi adorado bondi y deberé arreglarlo pronto para volver a trabajar lo antes posible. (Con lágrimas en los ojos).
Los pasajeros comenzaron a descender del micro sin quejarse; sólo dos permanecían aún en él; Los dos tipos peligrosos.
Pollo: Flaco, yo no voy a subir a otro bondi. A mí me llevá’ vo’.
Cholo: Pero, señor, compréndame. Se rompió el colectivo y no puedo seguir. No es de maldad, si pudiera lo haría con todo gusto. A mí me encanta complacer a mis huéspedes.
Lucho: Me parece que vo’, aparte de ser un boludo, tené’ un problema má’ grave, no sabé’ escuchar. Te dijimo’ treinta vece’ que ‘stamo apurado’, vieja, y vo’ seguí’ siempre con tu’ mariconada’.
Cholo: Señores, yo por ustedes ya no puedo hacer nada. Salvo que aporten una buena idea para nuestro beneficio.
Pollo: Sí, ganso, no’ va’ a pagar un taxi hasta Ezpeleta, ‘cuchaste.
Cholo: Pero eso sale mucha plata. Recién le di novecientos cincuenta pesos al señor del taxi y casi no me queda dinero.
Pollo: Bueno, bola de bofe, dano’ el casi y quedate sin guita, no me importa. ¿Cuánto tené’?
Cholo: Cincuenta pesos.
Lucho: Con eso no’ vamo’ a arreglar, salame. Dame la guita.
Cholo: Tomen. Y tengan siempre presente que es un placer para mí ayudar a mis pasajeros. Hasta luego, espero verlos pronto, cuando arregle mi colectivo.



¡Qué lindo fue el viaje que me tocó hacer con un grupo de escolares que iban de pic-nic a Quilmes en el día del estudiante. Eso fue algo inolvidable.
Estudiante 1: Nueve hasta Quilmes.
Cholo: Como no, niño. ¿Van a festejar su día?
Estudiante 1: Sí, vamos a las playas de Quilmes. La vamos a pasar bomba.
Cholo: Eso espero. También mi sobrino irá hoy de pic-nic con sus amigos. Si lo ven, por favor denle un abrazo de mi parte, el Cholo.
Estudiante 2: Pero nosotros no lo conocemos a su sobrino, señor.
Cholo: Lo van a identificar rápidamente: Se llama Lautaro y siempre está rodeado de mujeres. Tiene un arrastre bárbaro. Sale a su tío, ja ja.
¡Qué buenos que parecían esos pibes! Ésa es la juventud que me gusta, la de chicos sanos y educados.
Cholo: Niños, ¿qué les parece si cantamos algunas canciones durante el viaje?
Estudiantes: Buenísimo. Grande, Cholo.
Cholo: ¿Qué tema les gusta?
Estudiante 3: Elegí vos, Cholo. Seguro tenés alguna linda para cantar.
Cholo: Yo admiro mucho a María Elena Walsh. ¿Por qué no cantamos la canción de Manuelita?
Estudiante 2: Espectacular, Cholo. Dale, empezá.
Cholo: “Manuelita vivía en Pehuajó, pero un día se marchó, ...”
Seguimos cantando Manuelita y más temas de mi ídola para después continuar con Pipo Pescador, Carlitos Balá y otros grandes de la cultura infantil.
Faltaba muy poco para llegar a las playas de Quilmes y yo me sentía en deuda con mis menudos pasajeros. Estaba teniendo un viaje muy placentero y debía recompensarlos con algo.
Cholo: Infantes, espérenme un segundo, por favor. Ahora vuelvo.
Ahí paré el bondi, crucé la calle y fui al parque.
Cholo: Niños, tomen esto, por favor. Es un recuerdo de su paso por este colectivo, el colectivo del Cholo. Hay un jazmín y una rosa para cada uno. Feliz primavera, chicos.
Estudiantes: Gracias, Cholo. Sos un fenómeno.
Estudiante 4: Ojalá viajemos más seguido con vos.
Estudiante 5: Sí, nos hacés sentir re-bien.
Cholo: Bueno, chicos, me van a hacer sonrojar. Quiero que sepan que les estoy muy agradecido por haberme elegido para ser su chofer en este viaje. Y a los demás pasajeros también quiero agradecerles. Acá tienen sus respectivos presentes; una florcita para cada uno.
Pasajeros: Muchas gracias, Cholo.
Cholo: Bueno, dejemos de lado la parte melancólica porque voy a llorar y se me va a nublar la vista, y eso es muy peligroso para conducir. Las lágrimas pueden hacerme confundir mientras manejo. No se olviden de que mis ojos no tienen limpiaparabrisas como mi adorado colectivo. Ja ja, estoy muy chistoso porque me hace feliz compartir mi día con ustedes. Gracias por todo, en serio. Nunca los olvidaré.
Luego de unas pocas cuadras se bajaron esos gurrumines encantadores llenos de ilusiones rumbo a su esperado festejo. De a ratos me hicieron acordar a cuando yo era como ellos, tan chiquito y con tantas expectativas. Y, por suerte, pude cumplir mi sueño: manejar un colectivo y ser feliz en él.


Sin dudas, la mayor emoción y alegría que puede tener un hombre es ser padre. Pero hay un sentimiento que se le parece bastante y que yo tuve la suerte de vivir en una ocasión en mi colectivo: ser el nexo necesario entre la madre y el bebé a punto de nacer, el “partero” de turno obligado por la situación.
Sí, en uno de los tantos viajes que realicé, una señora dio a luz, con mi ayuda, dentro del micro.
Señora: ¿Éste me deja en el Hospital Rodríguez?
Cholo: Sí, señora, la deja a una cuadra. Pero voy a hacer una excepción y la acercaré hasta la puerta del hospital.
Señora: Pero no se moleste, señor. Puedo caminar esa cuadra.
Cholo: No es ninguna molestia. El Cholo está para servir a sus pasajeros y, además, no permitiré que usted, estando embarazada, camine ni un solo metro. La llevaré hasta el hospital.
Señora: Bueno, es usted muy amable. ¿Cuánto es el viaje hasta allá?
Cholo: Nada. Este viaje es cortesía del Cholo.
No se imaginan la panza que tenía mi pasajera. Parecía que iba a tener sextillizos.
Cholo: ¿Cómo lo va a llamar, señora?
Señora: Alberto, como mi abuelo.
Cholo: Mi abuelo también se llamaba así, Alberto Di Luca. ¡Era un tano tan simpático el pobre viejito! A mí me querían poner su nombre, pero finalmente ganó mi padre y me llamaron Daniel. Daniel Constanzo.
En ese momento frené en una parada y subió un señor con su hijo.
Pasajero: Dos hasta San Martín al ochocientos.
Cholo: Como no, señor. Sírvase introducir las monedas, por favor. Y que tengan buen viaje.
Pasajero: Bueno, gracias. Vamos para el fondo, José.
Cholo: De nada. Siempre es un placer recibirlo en mi colectivo. Volviendo con usted, señora, ¿ya sabe que va a ser varón?
Señora: Sí, me hice todos los estudios y va a ser un nene. Estoy muy contenta, mi marido y yo siempre quisimos que el primero fuera varón.
Cholo: Me alegro mucho por usted y por su esposo. Espero que sean felices.
De repente la mujer comenzó a tomarse la panza inclinando su cuerpo hacia delante mientras respiraba hondo.
Señora: Por favor, apúrese que me parece que ya viene.
Cholo: Iré lo más rápido que pueda. Igualmente no debo olvidarme de la seguridad de mis pasajeros.
Señora: Sí, pero mi hijo está en camino.
Cholo: Usted quédese tranquila. Por favor, señores, saquen todos sus pañuelos por las ventanillas para que la gente sepa que hay alguien a punto de dar a luz.
Señora: No llego, no llego. Lo voy a tener acá.
Cholo: Tranquila. Cálmese que todo va a salir bien. Yo la voy a ayudar.
En ese instante detuve el colectivo y me acerqué para ayudar a mi pasajera.
Cholo: Niño, ¿me alcanzás la toalla que está al lado del volante, por favor?
Niño: Sí, tome.
Cholo: Gracias. Usted respire hondo y haga fuerza. No tema que su hijo nacerá sin problemas.
Yo estaba muy nervioso, pero no podía demostrarle mi intranquilidad a la mujer. Debía darle confianza.
Y después de tanto luchar y sufrir llegó el gran momento.
Cholo: Ahí viene. Fuerza, fuerza que ahí viene. Ya llegó, ya llegó. Relájese que ya llegó. Es hermoso, es hermoso.
Bebé: Uaaah, uaaah.
Señora: Gracias, Cholo. Gracias. Mi hijo. Mi hijo. ¡Qué lindo que es, es divino!
Cholo: Es muy bello. Tómelo. Disfrute de él de ahora en adelante. Seguramente le dará muchas alegrías.
Señora: Seguro que sí, Cholo: ¡Cómo me gustaría que estuviera mi marido acá!
Cholo: Ahora la voy a llevar al hospital y después seguiré mi recorrido. Más tarde pasaré a visitarla un rato.
Señora: Bueno, Cholo. Muchas gracias. Nunca lo voy a olvidar.
Dejé a la señora en el Hospital Rodríguez y continué con el viaje. Luego de trabajar la fui a visitar.
Cholo: ¿Cómo andan mi pasajera y Albertito? Les traje un sonajero musical para que se diviertan.
Señora: Su nombre no es Alberto, Cholo. Se llama Daniel, como usted.
Cholo: ¿En serio me lo dice, señora? Su marido no va a querer.
Señora: Ya hablé con él y lo aceptó sin quejarse. Es más, lo quiere conocer y darle las gracias por todo lo que hizo.
Cholo: No lo puedo creer. Le pusieron mi nombre como agradecimiento. Estoy muy emocionado. Nunca pensé que el colectivo me iba a tener preparada una alegría semejante.
Después de esa inolvidable charla llegó Roberto, el esposo, y me abrazó como a un hermano. Y lo más lindo fue que me nombraron padrino del chico. Ése fue uno de los momentos más gratos de mi vida. Un sentimiento inexplicable me embargaba. Desde ese instante nunca más nos separamos y nos hicimos grandes amigos. Danielito y Luquitas, mi hijo, van juntos al jardín de infantes “La jirafa plateada”, que está a la vuelta de casa, y se llevan muy bien.
Y pensar que todo esto se lo debo a mi adorado colectivo.

Texto agregado el 27-02-2005, y leído por 150 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-03-2005 Interesante. Samuel_Tristan
01-03-2005 Te dir´que cuando vi lo extenso del tema tuve miedo, pero a medida que iba leyendo me encantó mas. Está perfecto!!! hermosas y divertidas las historias del Cholo y su bondi. Me emocioné en la última, tan real. buena prosa. Magda gmmagdalena
 
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