Cada mañana al despertar, esperaba hasta contar diez para abrir los ojos y entre le nueve y el diez una fría gota de sudor resbalaba por su frente arrugada, con las marcas impresas de una noche más de batalla entre las sábanas húmedas de su cama desaliñada y estirada sobre el piso de madera carcomida de aquel triste desván... nunca pensó´que llegaría a esa situación, pero simpre se repetía la misma frase... la vida no hay salida sin buscar la puerta por la que entraste... después de abrir los ojos, la espesa oscuridad aparecíá frente a él...quizás mejor seguir con los ojos bien cerrados, se preguntaba en voz baja... sus piernas aún dormidas, parecían como pertenencias de cuerpos ajenos... sus manos, pegadas a su cuerpo, inmóbiles y desporvistas de toda acción...por su frente arrugada aún seguia descendiendo aquella fría gota de sudor reseco... y la inmensidad del silencio vacío se adueñaba de aquel instante...sin ruidos, sin el canto de los pájaros que se echaban de menos en las siguientes mañanas... solo su cuerpo quieto, yacente... intentaba buscar el sonido de su respiración, concentraba toda su atención en poder captar el baiben entre inspiración y expiración... pero ante la negativa respuesta, desistía, buscando un quehacer que ya no tenía sentido en aquel ático subterráneo hecho a medida.