Entra un pequeño niño a una heladería y se acerca hacia la cajera y dueña del local. La dama observa detenidamente los harapos de aquel niño y maldice en su interior pensando que es uno más de los poblematicos descarrilados que va en busca de una limosna o simplemente a estorbar. A decir verdad, la dueña del local no era una mala persona, ya se encontraba disgustada hace tiempo, pues el mal día y la falta de trabajo habían perjudicado su bolsillo y necesitaba clientes en vez de problemas.
El niño saca un billete de dos pesos de su bolsillo y mostrandolos con cierto "orgullo" pregunta el precio del helado.
La mujer le indica que el helado común valía un peso y medio, mientras que el bañado en chocolate dos. Dicho esto, el niño queda pensativo y la mujer espectante. El pequeño opta por un helado sin chocolate, y la mujer se sintió ofendida ante tal decision, pues iba a ganar menos. A continuación, mientras el niño espera sentado en la mesa, ella le sirve el helado de mala gana y se lo sirve a su cliente con cierto aire de desprecio.
Mientras el niño comía el helado lentamente, la rabia de la mujer aumentaba, hasta que por fín decidio atender otros asuntos para no mirarlo.
Despues de terminar su bocado, el niño saluda con un simple "gracias" y se retira de la heladería. La mujer que seguía maldiciendo para sus adentros la falta de trabajo, se dirige a la mesa y mientras se quejaba de tener que levantar la mugre que el niño había dejado, encuentra entre las cosas 50 centavos de propina.