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Subirse a una micro en Verano
una leve descripción del transporte público en Chile

Andar en micro en Verano

Cuando venía llegando a mi casa revisé el bolsillo posterior de mi pantalón para buscar las llaves de la casa y no las encontré, pero sí seis boletos de micro. Fue en ese entonces que me bajó la reflexión y me puse a pensar que si cada viaje duraba treinta minutos en promedio, había gastado tres horas del día sin contar el tiempo en que uno espera su llegada. Todo ese drama sin verlo desde el lado económico, puesto que aún teniendo rebaja por ser escolar cuesta 250 pesos chilenos y multiplicado por seis son $1500.

De por sí, gastar tres horas en algo no es del todo malo, pero en este caso es desagradable. No es que espere que cuando me suba a la micro me reciban con mariachis y una bandeja con pisco sour y canapés, pero al menos una sonrisa. En cambio, te miran feo, te reclaman porque pagas escolar con quinientos pesos. Pagas, te dan miles de monedas de diez y algunas de cinco, te quieres ir a sentar y está todo ocupado. Te tienes que ir parado, muy cansado rodeado de tipos con poleras tres tallas más grandes de lo que merece su cuerpo, con un olor asfixiante y te tienes que cuidar de no tocarlos porque te mojas entero con su sudor. Luego, después de quince minutos, exclamas con júbilo que al fin te puedes sentar, se viene subiendo una señora pasado su septenario, cabello blanco y aspecto débil, la tienes que ir a ayudar y ceder tu asiento; nuevamente de pie. Pero ya van veinte minutos parado, en un vehículo revestido en vidrios de varios centímetros de espesor que funcionan como una lupa ante ti, cual insecto.

Empiezas a transpirar, sientes que te derrites y te encandilas con los reflejos de los autos y vidrios en general. Si tienes suerte de irte sentado sientes este calor con mayor amplitud puesto que por la transpiración tu cuerpo se te pega a la polera y ésta al asiento. Este transporte suele estar lleno en verano, ya que la mitad de chile está en la ciudad y lo cual, trae consigo que las micros estén repletas, una vez que porfín llegas a tu destino debes pararte del asiento, que te cuesta una eternidad porque el dueño de ésta acortó la distancia entre cada asiento para que cupieran más, destruyéndote tu fémur a lo largo del trayecto, una vez que logras salir de tu asiento, luego de ponerle el trasero en la cara a tu compañera comienza la osadía. Hay veintisiete personas en los seis metros de distancia que separan tu asiento de la puerta posterior, y de la otra ni hablar. Comienzas a empujar, a presionar, a tratar de salir, están todos transpirados con los brazos afirmados del fierro de arriba del bus, tratas de avanzar, pero con más de alguno te encuentras su axila en tu cara, sigues avanzando puntéas y te puntean, una vieja te agarra por delante y su amiga, como si fuera chistoso, te agarra el poto. Sigues, una vez que llegas a la escalera tocas el timbre y no te para, hasta tres cuadras después, como si no estuvieras atrasado. Cuando tratas de bajar ves que en la escalera hay siete personas, le dices de forma amable que quieres salir pero no puedes, después de veinticinco segundos de confusión comprenden que tu intención es que se bajen un par de segundos para que puedas salir del ómnibus.

Por fin lo logras, estás cansado y sientes que perdiste el tiempo, lo único que haces en ese trayecto es nada, a lo más quejarte, porque ya no me maravillo de un paisaje que ya me lo sé de memoria, puedo decir que son 4 las construcciones entre el Jamaica y la Parroquia de Reñaca, el Restaurant Cura Nurín tiene 18 ventanas, son 117 flores en el paseo antes de llegar al desvío de Jardín del Mar y así con todo, nada nuevo. en la micro no piensas en nada, sólo te lamentas del momento ingrato que pasas.

Todo eso hay que multiplicarlo por seis, como bien dije anteriormente son tres horas y seis veces lo mismo pero con distintas variantes que lo hacen aún más patético. y ojo que eso lo cuento sólo en un día, hay que tener en cuenta que llevo dieciocho años viviendo en esta ciudad.

Volviendo al tema, ¿Qué podríamos haber hecho en esas tres horas? perfectamente podemos ir al estadio de Playa Ancha a ver un partido, podemos ir al cine a ver una película, ¡hasta podemos leernos El Mercurio completamente! si al fin y al cabo suelen ser las 3/4 partes de lo que uno pasa en una discoteque, tiempo suficiente como para que la mayoría de mis amigos consigan los besos de dos adolescentes.

Sobre los mil quinientos pesos, no sé es harto igual, con eso uno se puede comprar una hamburguesa gigante, una entrada para algún concierto, o dos helados en el Bravissimo. Bueno, pero a la hora de elegir, lejos lo peor es el tiempo que uno gasta.

Lo peor de todo es que recién son las diez, la noche es larga y lo más probable es que sean un par de viajes más.

Texto agregado el 26-02-2005, y leído por 167 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-10-2005 jajajja...horrorosamente cierto...wacala...axilas sudadas.... nefertiti_17
28-02-2005 triste ..pero es verdad jejeje KOnI
 
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